Revista Cultura y Ocio

Al cine boliviano, salud

Publicado el 22 abril 2018 por María Bertoni

Año tras año Bolivia refuerza su presencia cinematográfica en el BAFICI. En la vigésima edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente que termina mañana, las películas de dos realizadores oriundos de ese país vecino participaron de la competencia oficial latinoamericana: Algo quema de Mauricio Alfredo Ovando y Averno de Marcos Loayza.

Se supo este mediodía. El jurado de la mencionada sección distinguió las dos obras: declaró mejor director al autor de la primera y mejor película a la segunda. Algo quema también obtuvo el premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI).

♠ Otra historia desobediente
A tono con el título elegido, Mauricio Ovando empieza y termina su documental con imágenes de algo que (se) quema: al principio viejas películas hogareñas que no resisten una nueva proyección; al final una serie de fósforos encendidos en la oscuridad. En el medio el realizador reconstruye, a partir de registros fotográficos y audiovisuales y del testimonio de parientes cercanos, una porción de pasado familiar, de envergadura histórica y con repercusión en el presente. La tarea enciende una mecha difícil de controlar.

Como Lissette Orozco en El pacto de Adriana, en Algo quema Ovando también desanda con determinación y coraje un camino signado por verdades adulteradas, incomprobables, discutibles, acalladas, dolorosas. En el transcurso de sus respectivos recorridos, la realizadora chilena descubre que su tía preferida fue agente de Inteligencia pinochetista y el realizador boliviano reconoce la responsabilidad política que le cabe a su querido abuelo paterno por la Masacre de San Juan el 23 de junio de 1967, por el asesinato de Ernesto Che Guevara el 9 de octubre de ese mismo año, por la represión a los guerrilleros de Teoponte durante la segunda mitad de 1970, por el accidente fatal de René Barrientos Ortuño el 27 de abril de 1969.

Ovando asume la primera persona del singular sobre todo al principio y al final del largometraje, es decir, cuando intenta proyectar viejos rollos filmados en Súper 8 y cuando interpela a los miembros de su familia. Las llagas en el celuloide parecen aludir a las ulceraciones que las versiones oficiales y los pactos de silencio provocan cuando alguien los arranca.

Al cine boliviano, salud
Uno de los retratos del General Ovando que aparecen en Algo quema.

El documental del nieto del General y ex Presidente de facto boliviano Alfredo Ovando Candia evoca el recuerdo de las historias desobedientes que algunos descendientes de genocidas argentinos cuentan públicamente desde el año pasado. En este texto cuasi anónimo que publicó un mes atrás en El Cohete a la Luna, Jimena menciona el frío y calor simultáneos que sentía cuando se le mezclaban los dos roles de su abuelo: el pater familias culto, inteligente, cariñoso, atento; el militar que integró el gabinete del dictador Jorge Rafael Videla e impartió órdenes afines al plan sistemático de desaparición de ciudadanos opositores.

Resulta curioso que estos dos nietos de nacionalidades y familias distintas expresen parecido el dolor que experimentaron cuando re/conocieron el accionar de sus respectivos nonos al servicio de Estados terroristas (por las dudas, vale recordar que el frío extremo también lesiona la piel). Ante esta constatación, Algo quema parece –además de re/pasar la trayectoria pública del General Ovando y el devenir de Bolivia entre mediados y fines de los años ’60– señalar otro indicio de un fenómeno histórico de eventual envergadura regional: el despertar de una conciencia crítica en la progenie de los verdugos de nuestros pueblos.

 Derrotero de un Orfeo paceño
Tupah celebra el encuentro azaroso con su tío muerto, y al rato está a punto de ser mordido o engullido por una enorme serpiente. El sueño devenido en pesadilla constituye un anticipo de la jornada fantástica –en el sentido literal del término– que el lustrabotas joven, apuesto, gallardo transitará desde el momento en que le encarguen rescatar de un tugurio bautizado Averno al hermano gemelo, en principio todavía vivo, de aquel tío fallecido.

En esta nueva película que estrenó en su país natal a principios de año, Marcos Loayza propone una versión muy libre de las vueltas que Orfeo dio por el inframundo en busca de su amada Euridice. Para disgusto de los espíritus conservadores, el autor de Cuestión de fe y Escrito en el agua ambienta el periplo de su héroe en plena Noche de los Muertos y en una La Paz frecuentada por el Lari Lari, el Kusillo, el Anchanchu, el Tata Santiago entre otras criaturas de la mitología andina. Por si este color local resultara insuficiente, el realizador le dedica un personaje secundario –una suerte de escritor brujo– al difunto Jaime Sáenz.

Al cine boliviano, salud
El actor Paolo Vargas encarnó a Tupah.

No esta exenta de sentido del humor esta primera coproducción cinematográgica con Uruguay. Acaso por eso el Orfeo paceño corra mejor suerte que su antecesor griego.


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