Revista Cine
Enrique Pinti, actor cómico de nuestro país, lo acaba de dejar bien claro en una entrevista en la Legislatura Porteña, donde fue a velar a su colega Fernando Peña, también fallecido en este día gris para la cultura nacional: "los actores queríamos que cualquier director sea como Doria." Y es que este realizador de 72 años, fallecido a causa de una neumonía crónica, era celebrado por sus dotes de notable director de actores.
Su último film estrenado fue Las manos (2006), ganadora del Goya al mejor film extranjero. Con su sello, nos legó diez films que enriquecen la historia del cine argentino. Desde su ópera prima, Proceso a la infamia (1974), pasando por Contragolpe y Las islas (ambas de 1979), Los miedos (1980), Los pasajeros del jardín (1982), sobre la novela homónima de Beatriz Guido, escritora y guionista, esposa de Leopoldo Torre Nilsson, la conmovedora Darse cuenta (1984), Sofía (1987) y Cien veces no debo (1990). Pero seguramente será recordado por esa película emblemática, ya un clásico del cine argentino, como Esperando la carroza (1985), un proyectó que nació de la obra teatral homónima, y que Doria supo plasmar en celuloide con los mejores recursos y, fiel a su estilo, un elenco soberbio de actores, hoy de raza: Antonio Gasalla, China Zorrilla, Betiana Blum, Luis Brandoni, Juan Manuel Tenuta, Mónica Villa, Lidia Catalano y Darío Grandinetti.
Actualmente, trabajaba en la adaptación de la primera novela de la autora de Las viudas de los jueves, Claudia Piñeiro, titulada Tuya. Para ese film, ya tenía "apalabrado" el protagónico de Erica Rivas, quien privilegió trabajar con Doria ante el ofrecimiento del rol protagónico de la comedia televisiva Los exitosos Pells, de actual emisión, con éxito, por la pantalla de TeLeFé.
En la industria dicen que no era fácil, que era severo, riguroso, obsesivo. Del mismo modo que los actores hablan de él con un cariño y una catarata de elogios.
Hace instantes, la diva del cine argentino por excelencia, Graciela Borges, lo recordaba acongojada y sorprendida, pero con lucidez y respeto, con justicia, porque Alejandro Doria era un gran director, no sólo de cine, sino también de tv, gracias a ciertas miniseries que trascendieron el género.
Desde este humilde espacio, dejo por escrito parte de esa cosecha artística que sembró como pocos. Luz, cámara, y recuerdos, recuerdos vivos, ¡acción!