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Llueve como para chimenea y colchón. Llueve como para disfrutar del sonido, el olor y el color de la lluvia afuera. Y de una copa de vino. Llueve como para cerrar los ojos y ronronear. Pero sobre todo, llueve como para acurrucarme contra él frente al fuego, y no moverme hasta que la sangre, despótica tirana, nos lo exija.
EriSada
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