Cuando una editorial se presenta en sociedad con un manifiesto en el que declara editar libros “para ser culpables del delito de la independencia, de la libertad, de la cultura” es una buena señal que indica que, al menos, se ha tomado un tiempo en pensar lo que significa su nombre y a dónde se dirigirán sus acciones. Me refiero a Alevosía, el sello hermano de Siruela que lleva aproximadamente un año en el mercado.
Y aunque no se trata de una editorial centrada específicamente en literatura juvenil, sí se encarga de publicar algunos títulos de renombre en dicha categoría, algo camuflados para desestigmatizarlos ante adultos que de otro modo no los leerían. La primera de esas novelas es Goodbye Berlín, la cual ha cosechado tanto éxito en su país natal que ha sido galardonada con el Premio Nacional de Literatura Juvenil Alemana. A mí me ha parecido deliciosa.
Con un estilo desenfadado, por momentos incluso surrealista, Wolfgang Herrndorf desarrolla la gran aventura alocada en la carretera de dos jóvenes, que habrá de convertirse en un hecho que los cambie para siempre y que, seguramente, jamás olvidarán. ¿Cliché? Pues sí, pero llevado con acierto gracias a dos protagonistas muy bien perfilados y profundizados, a paisajes llamativos y personajes algo estrambóticos que adornan bastante bien la historia. Altamente recomendable, sobre todo si uno es de los que sueñan con vivir su propia road story.
La siguiente novela de este estilo que publica Alevosía llega este mismo mes a las librerías. Se llama Nubes de kétchup y es fruto de la pluma de Annabel Pitcher, una joven que no llega a los treinta años y ya causó una buena impresión en España con su anterior publicación, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea. En esta ocasión, sin dejar el humor negro, nos habla de una chica que decide escribir a un preso en el corredor de la muerte, con el fin de alejar a sus propios demonios internos.
Así pues, con una nueva apuesta editorial que llama nuestra atención, esperamos que desde Alevosía nos traigan más éxitos a caballo entre literatura juvenil y adulta, y que su viaje editorial “para traicionar la pasividad, la mediocridad y el tedio” esté mereciendo la pena.