La alimentaciónes una cuestión que se aborda a muchos niveles, y si nos preguntamos hacia dónde vamos, la respuesta es relativamente compleja y ambigua a la vez.
El interés por la alimentación es una realidad en nuestra sociedad, pero parece que los individuos no seguimos demasiado las recomendaciones dietéticas que se nos indican, pues cada vez son más frecuentes las alarmas sociales sobre el estado nutricional de las sociedades industrializadas: obesidad, trastornos del comportamiento alimentario, etc. Si nos preguntamos qué es lo que hace que las cosas sean así, podríamos obtener una respuesta más o menos sencilla si la alimentación fuera un fenómeno exclusivamente biológico, nutricional y médico, pero si entendemos que además es un fenómeno social, psicológico, simbólico, religioso y cultural, la respuesta es mucho más compleja.
Se puede decir que la situación alimentaria del mundo occidental se corresponde a medias con nuestra manera de alimentarnos. Cuando digo a medias, me refiero al hecho de que vivimos en una sociedad donde, en general, no nos falta de nada, incluyendo los alimentos, una sociedad denominada de la opulencia, lo que de un lado se refleja sobretodo en el gran aumento en la prevalencia de la obesidad de los últimos años. Del otro lado, también encontramos una situación completamente opuesta, como es el caso de la creciente preocupación por la salud y el culto al cuerpo, lo cual lleva a muchas personas a la realización de grandes tonterías, sobretodo restricciones incoherentes en referencia a los alimentos. El conocimiento científico hacia temas relacionados con la alimentación, la dietética y la nutrición ha ido en aumento en los últimos años, pero este también ha ido acompañado de falsos mitos y creencias de tipo alimentario, que influencian la conducta de muchos individuos en referencia a la alimentación, la mayoría de veces negativamente. El caso de los trastornos de la conducta alimentaria se podría considerar un buen ejemplo, aunque éstos también estén asociados a otros trastornos de base.Nuestra sociedad es muy susceptible a la información exterior, y en muchas ocasiones somos manipulados por los grandes medios de comunicación, detrás de los cuales se encuentran los intereses de unos pocos. Esto, unido a la modernización de la sociedad, ha modificado algunas de las excelencias de nuestra dieta tradicional, la tan preciada dieta mediterránea, en parte por menos dedicación a la cocina, por la globalización alimentaria o por tendencias nutricionales foráneas, americanas principalmente. Es aquí donde encontramos el llamado fast food, comida de rápida preparación yrápido consumo, que generalmente se realiza fuera de casa, lejos del contexto doméstico, que además contiene excesiva energía (Kcal), gran cantidad de grasa, sobretodo saturada, y colesterol y abundantes aditivos.
Un pensamiento preocupante que me ronda la cabeza, es el de qué pasará en el futuro cuando la gran mayoría de la gente pase su infancia sin la experiencia directa de una comida hecha en casa, sin una “cocina de la abuela” a la cual referirse. Quizás la mayoría tenga esencialmente de su infancia referencias a la comida rápida o a los sabores fáciles de los refrescos, los helados y las barritas de chocolate que tan asequibles son para los jóvenes.Pienso que es muy importante avanzar e innovar en el tema de la alimentación, poniendo siempre como objetivo prioritario el beneficio del consumidor. Como es lógico, la sociedad cambia y con ella sus hábitos de vida, la alimentación entre uno de los más importantes, pero no hace falta perder de vista aquello más tradicional, el acto de comer. Aprovechemos además las virtudes y beneficios de los alimentos que forman parte de nuestra dieta mediterránea. Como ya decía Hipócrates en la antigua Grecia: “Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento”.
Hay que tener presente que el mantenimiento de las buenas costumbres no es algo difícil, sino que es cuestión de una buena disposición y un poco de organización.