Revista Cine

Ambulante 2011/II

Publicado el 16 febrero 2011 por Diezmartinez
Ambulante 2011/II
Por lo visto en una escena clave del espléndido filme sueco Det enda Rationella (Bergmark, 2009) -revisado en el pasado FICCM 2011- y, ahora, por el sorprendentemente conmovedor documental Vapor de Vida (Miesten Vouro, Finlandia, 2010), los escandinavos adoran los baños de vapor. Especialmente los finlandeses: construyen sus saunas en sus propias casas, en cabañas enmedio del bosque, en autos descompuestos, en cabinas telefónicas, en tiendas de campaña... El sauna, propone Vapor de Vida, es el auténtico sitio de socialización del hombre finlandés, no el café de la esquina ni el bar de la colonia. Sólo ahí, desnudo, con alguna toalla encima -o incluso sin toalla alguna-, el finlandés típico se atreve a hablar con su camarada, su compañero de trabajo, su recién conocido.
Por lo dicho por la veintena de finlandeses que hablan largo y tendido en los 82 minutos de Vapor de Vida, esto de confesar sus miedos, secretos y temores, esto de chillar por ese problema familiar no resuelto, esa frustración finalmente articulada entre sorbos de cerveza, no es algo que se vea bien en Finlandia, por lo menos si un hombre lo hace en público. El finlandés tradicional es alguien de poquísimas palabras, siempre silencioso, estoico frente al dolor, con un sentido del humor keatoniano (o sea, Kaurismäki parece que no ha inventado gran cosa). Así pues, como un finlandés típico no acostumbra "abrirse" emocionalmente frente a los otros, el único lugar que le queda para desahogarse es el baño de vapor, en donde todos los hombres que aparecen en el segundo largometraje de Jonaas Berghäll y Mika Hotakainen hablan y hablan y hablan, no para escuchar su propia voz, sino para hacerse oir por otros.
Así, uno recuerda los golpes que padrastro le daba cuando era niño, otro más llora porque su propia hija fue criada como hija adoptiva por los padres de él y tiene prohibido decírselo a la muchacha, aquel rudo hombrón confiesa impávido su vida como delincuente y drogadicto hasta que dice haber encontrado su paraíso existencial ("Antes vivía con los bolsillos vacíos... Sigo con los bolsillos vacíos, pero ahora tengo una familia"), éste comparte la foto de su hijita que trae en el télefono, aquel orgulloso anciano presume que ha cumplido felizmente 18 años en su segundo matrimonio ("Ella cocina y me ha enseñado a lavar"), este joven hombre divorciado llora de frustración al contarle a un camarada que su exmujer no lo deja ver a su hijita, un anciano ferrocarrilero jubilado se estremece al recordar un accidente que no pudo evitar, otro gordazo presume su amistad con un oso inmenso que se pasea peligrosamente al lado de él y un grupo de Santas .como salidos de alguna comedia de Kaurismäki- se quitan sus trajes rojos, abren unas cervezas y, ya desnudos, comparten anécdotas de los niños y las familias para quienes trabajan.
Por supuesto, en un filme de esta naturaleza, centrado en los testimonios de estos hombres desnudos de cuerpo completamente "normal" -o sea, con panza cervecera, cueros colgando y rostros ajados por el tiempo-, el producto no deja de ser disparejo: algunos monólogos/diálogos son más interesantes que otros, pero también es cierto que no hay impostación a la vista. Lo que vemos en pantalla es un grupo de seres humanos comunes y corrientes que hablan porque necesitan hacerlo, porque "es bueno hablar", porque "la soledad es lo peor", porque no todo puede ser resuelto con la razón, como lo dice el devastado padre de familia que perdió a su hija: "todo mundo te prepara aquí para que te comportes en público, pero cuando pierdes a tu niña, ¿qué racionalidad hay en ello?, ¿qué debes hacer frente a una tragedia de ese tipo?".
Vapor de Vida, segundo largometraje documental de Berghäll y Hotakainen -antes ya habían dirigido, juntos, otro filme documental- está contrapunteado por las tomas de los escenarios naturales y citadinos finlandeses: calles agitadamente transitadas, chimeneas que expulsan humos espesos, grandes bosques llenos de árboles, campos que brillan con un imposible verdor... Los directores nos remiten, inevitablemente, tanto a los planos pausa de Ozu como a la visión animista del mundo según Mizoguchi: mientras estos hombres desnudos, encerrados en el vapor, cerveza en mano, lloran, ríen, gritan, la vida, allá afuera, sigue. Y ahí afuera, al final, todos ellos se unirán en un solo canto. Ya no están solos.
Claro que no: desde el otro extremo del mundo -aunque no desde un sauna- un servidor les dice: ¡salud!
Vapor de Vida se exhibe hoy miércoles en Cinépolis Perisur a las 17:30 horas.

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