Todos los que disfrutamos con Spanish Movie (2009) detectamos en ella una forma de hacer humor original y sorprendente, firmada por alguien con un manejo encomiable de los códigos de la comedia. Ruiz Caldera dejaba claro en su opera prima su excelente dominio del lenguaje cinematográfico en pro de conseguir una película tan absurda como sofisticada. Este rasgo, convertido ya en una seña de identidad del autor, se ha ido acentuando con cada nuevo trabajo –Promoción Fantasma (2012), 3 bodas de más (2013)-, llevándose al extremo en su último largo: Anacleto, agente secreto (2015). En el que es su mejor trabajo hasta la fecha, el director barcelonés aprovecha el 50 aniversario del mítico personaje creado por Vázquez en 1964 para la editorial Bruguera para trasladar a la gran pantalla sus aventuras. El resultado es una comedia de acción sin un minuto de respiro que se toma ciertas licencias, pero con los guiños suficientes al imaginario creado por dicho historietista para que los fans no se sientan decepcionados. No obstante, la película gustará a los que han leído alguna vez los tebeos de esta especie de agente 007 patrio y a los que no. De hecho, estamos ante un trabajo con los mimbres para gustar a todo tipo de público. Me cuesta creer que alguien pueda ser ajeno a este torrente de creatividad, imaginación y risas que recorre de punta a punta el film.
El cuarto trabajo de Javier Ruiz Caldera, un éxito de crítica y público en España, arranca cuando Adolfo (Quim Gutiérrez), un vigilante de seguridad, es plantado por su novia Katya (Alexandra Jiménez). Para colmo de males, se verá perseguido por un grupo de matones liderados por el temible Vázquez (Carlos Areces), algo que el propio Adolfo se explicará cuando su padre le confiese que es algo más que un fabricante de embutidos: un agente secreto de nombre Anacleto (Imanol Arias), el principal objetivo de la banda de Vázquez. Así las cosas, Adolfo terminará asociándose con su padre para derrocar al enemigo y, quién sabe, poder recuperar el amor de Katya. Como ya se ha apuntado, lo más llamativo de la película es la habilidad de Ruiz Caldera por emplear un tono que parece fácil pero que es increíblemente difícil: moverse entre lo elegante y lo ridículo con una proeza admirable. Honesta hasta el tuétano, Anacleto, agente secreto garantiza las risas desde el principio hasta el final, alcanzando su cénit con la entrada en acción del personaje de Rossy de Palma. Cada una de las líneas de guión en boca de la que fuera musa de Almodóvar es un momento para enmarcar.
Pero el gran acierto de la película es su acierto de cásting: desde el protagonista Imanol Arias -que encaja perfectamente con el personaje que Vázquez creó, añadiéndolo a una galería en la que figuraban las hermanas Gilda y la familia Cebolleta-. hasta Quim Gutiérrez -que toca las teclas del drama y la comedia con irrefutable solidez, demostrando además un trabajo físico espectacular, al igual que su padre en la ficción- pasando por la siempre eficaz Alexandra Jiménez o ese talentazo para la comedia que es Berto Romero, al que aún le queda mucho por decir en este terreno, sin olvidarnos de cameos de lujo de Buenafuente o José Corbacho. A la capacidad de todos ellos por entregarse por completo a esta orgía del disparate que transpira verdad y riesgo en cada uno de sus fotogramas, se suma la habilidad de un director con un don especial en sacar lo mejor de sus actores. Caldera exprime hasta la última gota las habilidades cómicas de un elenco que en otras manos hubiese quedado desaprovechado, y en su boca les pone un guión que se nutre única y exclusivamente de inteligencia.
Pese a un clímax en el que se baja un poco el listón, Anacleto, agente secreto es una película de gran envergadura -su presupuesto de 4 millones de €, más del triple de lo que cuesta una película española de media, se traduce en una factura técnica bien armada, seria- que viene a sumarse a la larga lista de iconos del tebeo español llevados al cine, como Zipi y Zape y el club de la canica (Oskar Santos, 2013) y Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo (Javier Fesser, 2014). Una película, en suma, increíblemente fresca, fácil de digerir, que se devora sin que apenas nos demos cuenta. Un triunfo.