Título original: Before the Devil Knows You’re Dead
Director: Sidney Lumet
Guionista: Kelly Masterson
Intérpretes: Philip Seymour Hoffman
Ethan Hawke
Albert Finney
Marisa Tomei
Rosemary Harris
Aleksa Palladino
Amy Ryan
Productores: Michael Cerenzie
William S. Gilmore
Brian Linse
Paul Parmar
Fotografía: Ron Fortunato
Música: Carter Burwell
Montaje: Tom Swartwout
Nacionalidad: Estados Unidos
Reino Unido
Año: 2.007
Duración: 117 minutos
Edad: 18 años
Género: Crimen, Drama, Suspense
Distribuidora: Flat Cinema, S. L.
Estreno: 23-05-2.008
Página WEB: Web Oficial de la película en España
Web Oficial de la distribuidora en España
Tráiler de la película en YouTube
Calificación:
Crítica: 7,245 Espectadores: 419.180
Vizcaya: 6,966 Recaudación: 2.498.144,52 €
España: 4,765 Puntos (Popularidad):
Rugoleor: 5,865 Índice de popularidad:
Sinopsis:
Charles y Nanette Hanson criaron a sus hijos tradicionalmente. Andy, el mayor, sigue enamorado de su bella esposa, Gina, y gana muy buen sueldo en una empresa de contabilidad. Hank, el pequeño, ama a su hija y está intentando pagarle los estudios en uno de los mejores colegios privados de la ciudad. Pero la realidad es bien diferente: Andy se ha endeudado hasta las cejas para mantener su extravagante estilo de vida y su carísima drogadicción, y aunque quiere a su esposa, el matrimonio está pasando una mala racha. La empresa en la que trabaja está siendo investigada por hacienda y dentro de poco tendrá que sentarse en el banquillo de los declarantes. Su vida se está desintegrando por momentos y está desesperado. Hank también tiene problemas económicos: se está retrasando en la manutención de su hija, bebe demasiado y está teniendo una aventura con la mujer de su hermano. Andy concibe un plan perfecto con el que espera solucionar los problemas de ambos, o al menos los económicos: Hank atracará la joyería familiar a primera hora de la mañana en cuanto abra la tienda. La anciana dependienta nunca sabrá quién ha dado el golpe. Papá y mamá se llevarán el dinero del seguro, ellos venderán las joyas y todos tan contentos. Hank no se atreve a dar el golpe, así que contrata a un ladronzuelo callejero, Bobby, al que conoce del bar en el que pasa las horas muertas. Bobby atracará la tienda mientras Hank espera en el coche.
El octogenario Sidney Lumet impactó con una de las mejores películas de este año cinematográfico. Philip Seymour Hoffman se mete en las carnes de un hombre que ha caído en su propia trampa e idea un atraco para salir de ella. Para llevarlo a cabo involucra a su frágil e inmaduro hermano (Ethan Hawke), pero, como en “Tarde de perros (1.975)”, todo sale mal. El drama se transforma en una auténtica tragedia familiar que salpica al padre de ambos (Albert Finney).
Crítica:
27.05.2008 – ANTON MERIKAETXEBARRIA
Envenenados lazos de sangre
Vaya palo. Uno de los más tremendos que el crítico ha experimentado en mucho tiempo. Porque con “Antes que el diablo sepa que has muerto” estamos ante una de las mejores películas de Sidney Lumet, autor de la inolvidable “Doce hombres sin piedad (1.957)”. Un 'thriller' urbano hasta las trancas, duro como un 'crochet' de izquierdas en pleno plexo solar, a partir de las peripecias que se producen cuando dos hermanos necesitados de dinero se disponen a atracar la joyería de sus padres. El primero es un hombre frustrado, heroinómano y cornudo; el segundo es un joven mezquino, inmaduro y gilipollas.
Son seres humanos acosados por el diario discurrir, que configuran una obra maestra. ¿Está dicho todo? Pues no. Porque pocas veces le es dada al espectador esa mayúscula sorpresa de ver un filme excepcional, al que puede regresar de inmediato sin padecer el peso de lo ya visto. Y sentir también el temor de haberse perdido algo importante para su propia vida. En el caso que nos ocupa, se trata de una película tejida sobre la angustia de vivir, que vuela con el viento poderoso de la invención cinematográfica de su autor.
Rotundos emplazamientos de cámara, utilizando a fondo la profundidad de campo, encuadres perfectamente estáticos, salvo cuando la acción exige movimientos relampagueantes, un complejo montaje a base de 'flashbacks' y unos intérpretes magníficos dan como resultado un filme que invita a la liberación personal, a ser lo que se es, sin afeites ni mandangas de ningún tipo. Sidney Lumet ofrece en breves pinceladas un escenario urbano desolador, que sirve para ahondar en las relaciones familiares, en el desastre de unas vidas llevadas al límite. No hay aquí poética del mal; a lo sumo, una única voluntad de homologar el mal a la maldad del mundo, intrínsecamente perverso, más allá de la ideología que lo sustente.
08.07.2009 – JOSU EGUREN
Asuntos sucios
Imaginen el plano (ligeramente picado). Un tipo canoso está sentado en el despacho sombrío de un estudio para firmar un contrato que le compromete a filmar una historia guionizada por la debutante Kelly Masterson. Se acerca la cámara y al pie de la última hoja del legajo, justo sobre la línea de puntos donde tiene que estampar su firma, leemos su nombre: Sidney Lumet, 83 años. Desconozco si Lumet tuvo que aceptar una cláusula que suele incluirse en los contratos de los directores ancianos, cláusula que obliga a que otro director más joven se haga cargo del rodaje en caso de defunción del titular, pero ¿quién podría relevarle? Puede que Clint Eastwood, pero entraríamos en un bucle irresoluble, porque, lean bien, un buen puñado de los mejores directores en activo han cumplido más de 80 años (Oliveira, Resnais, Rohmer, Rivette, Yôji Yamada).
Lumet, armado con una cámara digital, no viene a reinventar el cine -tampoco le hace falta-, sino a impartir una lección magistral sobre la importancia que tiene machacar los bordes romos de sus personajes. Comienza la historia y Lumet, en un alarde suicida, nos anticipa el final. Vuelta a empezar. Ahora contemplamos cómo se van larvando los acontecimientos desde diferentes puntos de vista, pero sabiendo que el realizador ha desactivado todos los mecanismos del 'thriller' convencional, como hacía Tarantino en “Pulp Fiction”, aunque aquí el peso de los diálogos es menor y hasta podríamos contemplar la película como un filme mudo en el que basta un primer plano sobre la cara angustiada de Seymour Hoffman para que los espectadores imaginemos las palabras.
La historia parece que avanza, error, vuelta a empezar. Ahora contemplamos el sufrimiento de los personajes desde nuevas perspectivas y el drama toma tintes de tragedia shakesperiana pasada por la 'thurmomix' del efecto Kuleshov. Están hundidos, pateados por un guión que les golpea donde más duele, a ellos y a nosotros. Lumet se ha ca(r)gado el sueño americano con la rabia de un director adolescente, la película termina, error, vuelta a empezar.