Una educación inclusiva tiene como objetivo que la escuela contribuya a a dquirir, hasta el máximo de las posibilidades de cada uno, todas las habilidades técnicas (cómo hablar, leer, calcular, orientarse, etc.) y sociales (cómo comunicarse, respetarse, etc.) que son necesarias para ser, vivir y convivir.
Una educación inclusiva necesita, lógicamente, una escuela también inclusiva, para la adquisición de una sabiduría original -de unos saberes diferentes- que Jacques Delors despliega en cuatro actividades: el saber, que posibilita que se "aprenda a aprender", con la finalidad de aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de toda la vida; el saber hacer, en vistas a estar en condiciones de influir sobre el propio entorno y adquirir una competencia que capacite al individuo en la tarea de afrontar las situaciones que irá encontrando a lo largo de la vida, sean cuales sean; el saber hacer, para contribuir a la realización personal en todas las dimensiones del ser humano, con una capacidad de autonomía y de responsabilidad personal cada vez mayor, y el saber convivir, para participar y cooperar con los otros en todas las actividades humanas, para llevar a cabo proyectos comunes, y prepararse para analizar y superar los conflictos. Saber, saber hacer, saber ser y saber convivir indican la complejidad de lo que una escuela inclusiva debe contribuir a desarrollar en los alumnos.
Decimos que es una escuela inclusiva para todos no sólo porque todos pueden, a un nivel u otro, y todos necesitan aprender estos cuatro "saberes", sino también porque, como mínimo algunos -si no todos- de dichos saberes (el saber ser y el saber convivir, por ejemplo) sólo se pueden enseñar y aprender -practicar- en una escuela en la que cabe todo el mundo y no sólo unos cuantos.
Acerca de Lic AUS Jorge Luis Prioretti
Licenciado en Organizaciones sociales y culturales - USAL. Analista universitario en sistemas - UTN. Profesor Sup. Filosofía y Cs. Educación.