La persona no se educa solo en la escuela sino dentro de una estructura social multidimensional e interrelacional. Desde que nacemos aprendemos de nuestra familia a través de las palabras, pero especialmente, de los ejemplos, de la relación afectuosa de sus integrantes, del juego, compartiendo y de diversas actividades en el hogar. Los padres no engendran una sola vez sino cada vez cada vez que educa haciéndolo crecer.
También se aprende de la sociedad a través de sus pautas culturales, de actividades cívicas, de la red de relaciones personales como los amigos del barrio y de las actividades en instituciones como por ejemplo los clubes. Entre ambas, junto con el colegio, amplían su proceso de sociabilización.
La escuela educa dentro de un contexto de actividades curriculares y extracurriculares y amplia el desarrollo de sociabilización que tiene su origen en la familia.
La base de toda educación parte desde la casa; la misma es necesaria, indispensable e irremplazable. Lo que no se aprende en el propio hogar no es fácil sanearlo solo desde la escuela o a través de otras instituciones. Lo que presentamos es, quizás, algo ideal pero creemos que si los padres plasman parte de lo presentado sobre una educación en valores y en buenos hábitos es básico y cabal para el logro educativo en la escuela y del éxito personal y profesional en la sociedad.
a. Educar en valores con el ejemplo de vida.
De nada sirve que en la escuela eduque en valores, cuando estos no están presentes en los hogares. Es aquí, en la familia, donde se enseñan los primeros valores fundamentales que serán el soporte de la vida personal y social. Y la enseñanza de los mismos no es por la sola explicación sino con el ejemplo de los padres por la cuales los niños los van incorporando. Entre ellos podemos destacar algunos como:
- Amistad: saber ser, hacer y elegir amigos.
- Asertividad: aprender a expresar nuestras ideas y deseos de una manera amable, franca, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás y respetando las convicciones de los demás.
- Compasión y comprensión: tener en cuenta la realidad de otras personas. La compasión es capaz de comprender la situación del otro conectándose desde un sentimiento de solidaridad para responder a sus necesidades.
- Compromiso: la importancia del valor que tiene el prometer algo o dar su palabra.
- Empatía: el niño tiene que aprender a ponerse en el lugar del otro, entender cómo piensan y las emociones que sienten. Es un valor necesario para la convivencia.
- Generosidad: entendida como el acto de dar a otros, el acto de servir sin esperar nada a cambio.
- Honestidad: es importante decir la verdad, ser decente, razonable y justo.
- Humildad: permite al niño conocerse mejor a medida que crece, valorar sus fortalezas e intentar paliar sus debilidades.
- Justicia: entendida como la equidad, la igualdad, el dar a los demás lo que corresponde sin que existan prelaciones, sin marcar diferencias, sin pisotear a nadie.
- Paciencia: superar dificultades sin lamentarse ni perder la calma.
- Pertenencia: aprender a establecer vínculos de identidad con la cultura a la cual pertenezco.
- Resiliencia y Perseverancia: aprender a adaptarse positivamente a situaciones adversas. Es la perseverancia destinada a superar los obstáculos para reconstruir la propia vida.
- Respeto: la consideración hacia otros, como el valor que damos a los demás entendiendo que hay diferencias que no deben ser motivo de discrepancias, de burlas o de humillaciones.
- Responsabilidad: aprender a hacer lo correcto, cumplir la norma y hacer lo debido. La responsabilidad propicia la condiciones justas y adecuadas para con el entorno.
- Sinceridad: la virtud de la franqueza, el amor y el respeto por lo veraz. El niño sincero actúa siempre de buena fe y mantiene una coherencia entre sus palabras y sus actos.
- Entre otras.
b. Educar en buenos hábitos con las costumbres familiares.
- Educa para una buena dieta: lo que se come en casa y los horarios de comida son importantes para la educación de los niños y sirve para toda la vida.
- Fomentar los momentos familiares: esos momentos de diálogo y de afectos entre los miembros de la familia. Es importante para el desarrollo de su inteligencia emocional y su capacidad de vínculo con los demás.
- Equilibrio entre la tarea y la recreación: El niño debe aprender a ser equilibradamente entre la responsabilidad de sus deberes: estudio, tareas hogareñas, entre otras y la del descanso y recreación: juegos, televisión, celular, entre otros.
- Educa hacia el respeto de los animales y la naturaleza. Tener un animal en casa es una fuente de educación. Promueve la vida al aire libre, la jardinería y, además, el reciclaje y la selección de desperdicios.
- Fomentar la práctica de un deporte: eres tú padre el que decide llevar a tu hijo a un club e introducirlo a la práctica de un deporte. El Club es como la Escuela en cuanto enseña en valores y sociabiliza. Solo un buen padre se compromete a llevarlo semanalmente a todas las prácticas y a cumplir con ellas. El ejercicio físico mejora la función mental, la autonomía, la memoria, la "imagen corporal" y la sensación de bienestar, se produce una estabilidad en la personalidad caracterizada por el optimismo, la euforia y la flexibilidad mental. Por otro lado, el trabajo en equipo, el alcanzar logros y metas con otros es importante para el desarrollo de su personalidad y actitud de emprendimiento en común.
c. La educación empieza en casa...pero ¿qué hacer para ser un buen padre (o madre)?
- Comunícate y escucha a tus hijos.
- Comparte y pasa tiempo con ellos.
- Da ejemplo.
- Demuestra afecto.
- Establece límites.
- No le compares con otros.
- Elogia sus logros.
- No le sobreprotejas: dale espacio.
- Evita la rigidez.
- Interésate por su visión del mundo.
- No a la sobreexigencia.
- No les grites.
- Contesta sus dudas.
- No reprimas ni sus emociones ni las tuyas.
- Vigila tus expectativas.
- Sé coherente.
- Admite tus errores y acepta los suyos.
- Genera un clima familiar respetuoso.
- Edúcale.
- No te obsesiones con ser un padre perfecto.
- Ser padre es para siempre.
Para ver la explicación de cada consejo en: 21 consejos para ser un buen padre y educar bien.
d. Enlace padres y escuela. Participación de los padres en el colegio.
Me pregunto: ¿Cómo se puede incorporar a los padres en el colegio? Acaso ¿No poseen contenidos para enseñar?
- Padres que comenten su profesión u oficio en una jornada a los educandos para una orientación vocacionalmente de los estudiantes.
- Tareas para realizar en familia y presentar en el colegio: lectura de una bibliografía, trabajos tecnológicos, productos artesanales, entre otros.
- Padres participando en la organización de actos escolares.
- Entre otros.
Por tanto, los padres deben ser agentes más activos ante el proceso educativo de sus hijos. Comprender que la dinámica educativa nos incluye a todos, es una actividad permanente que integra a los hijos, a los docentes, a los padres y a la comunidad en su conjunto. Hablar de la familia y la escuela es hablar, en primer lugar, de la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos, y, en segundo lugar, de la necesidad de una colaboración estrecha entre los padres y los educadores. La participación de los padres en la educación de los hijos debe ser considerada esencial y fundamental, pues son ellos los que ponen la primera piedra de ese importante edificio que marcará el futuro de cada ser humano.
La familia es una de las instituciones básicas que existen en la sociedad y además se puede considerar la más importante en los primeros años de nuestra vida; es en la cual nos refugiamos y desde donde empieza nuestra socialización y luego se extenderá llegando al colegio y, así hasta poder relacionarte con el resto de la sociedad. Así mismo, se puede decir que la familia es la institución más cercana y donde encontramos mayor afecto. Convivir, aprender normas de conducta, comportamientos y otra serie de actos sociales son más fáciles de aprender dentro de la familia. La escuela y la familia son agentes de socialización; potenciar las influencias educativas de ambos y lograr su convergencia debe ser un objetivo de nuestro sistema educativo.
Cada niño carga con una historia familiar, llena de creencias, ritos cotidianos, valores, posiciones personales, imaginarios, deseos, afecto o desafecto, etc., a la que el niño está indisolublemente conectado. Cada familia posee una cultura digna de ser valorada en los escenarios de aprendizaje, en los cuales se puede legitimar como válida para los efectos de la diversidad y diferencias culturales.
La atención del Estado y de la escuela a la familia se convierte en un triángulo interrelacional para asistir a un ciudadano solidario y afectivo que contribuya al desarrollo de su país. [1]
En una próxima entrada veremos ¿qué aporta la sociedad? en la educación de sus ciudadanos.