Los temporales continuados del invierno impiden que los araos se alimenten en mar abierto, ya que les dificultan mucho bucear para capturar a sus presas. Cuando ya su situación es extrema algunos se van acercando a la costa, donde prácticamente mueren por inanición. Los dos únicos araos que he registrado este invierno acabaron falleciendo, uno hace pocos días en Luanco y otro esta semana en Bañugues.
