Aunque no podemos olvidar jamás la maldad esencial del nazismo ni banalizar su monstruosidad ( la advertencia de Hannah Arendt ), es hora ya de reivindicar a los grandes artistas y genios plásticos que trabajaron para ( o más bien bajo ) el III Reich. Tal es el caso del que quizás sea el mayor escultor del siglo XX, Arno Breker. Arno Breker buscará en la escultura griega ( Policleto, Alcámenes, Naucides, Atenodoro, Lisipo, Escopas y hasta en el preclásico Mirón ) los modelos que le ayuden a encontrar una expresión plástica que manifieste sus ansias de belleza. La escultura griega influirá siempre más en Arno que el Primer Renacimiento ( Donatello ) y el Segundo ( Miguel Ángel ).
El artista no estará de entrada bien visto durante los comienzos del nazismo, al haber visto los acontecimientos demasiado frío y distante ( andaba por París ). En 1934 se instala en Berlín con su compañera de origen griego, Demetra Messala, probablemente judía, y se da a conocer con los preciosos bustos con canon policleteo que de ella hace. (sigue)
Gracias a su gran amigo Lieberman, entra en contacto con el arquitecto Mies van der Rohe, y pronto crea para él relieves para sus edificios, como la “Pietà”, con dos figuras femeninas. La estructura de esta obra será la base para su relieve posterior “Camaradería”, con el que logra convertirse en el escultor favorito del régimen nazi. La relación entre la razón del arte y la razón de Estado nunca ha sido tan divergente como en la época nazi, en donde la búsqueda de la belleza de Breker presupuso siempre un compromiso con el bien, y no con la megalomanía propia del régimen.
En 1936 Breker gana la medalla de plata en el certamen escultórico de los Juegos Olímpicos de Berlín. Las esculturas presentadas fueron “Decatleta” y “La Victoria”, de grandiosa y delicada belleza. Todos los jueces, conmovidos ante aquella belleza clásica que presuponía sanos instintos y delicados sentimientos, votaron para que se diera el Primer Premio a Breker, pero Hitler – cuyo busto creado por Becker fue el troquel de todos los bustos repartidos por Alemania y la Europa conquistada – ordenó que se diese el Primer Premio a un escultor italiano, como forma de robustecer la amistad germanoitaliana. En el mismo año, Breker crea cinco relieves para la nueva Cancillería del Reich: San Jorge, San Cristóforo, San Martín, Hombre con Antorcha y Mujer con Antorcha ( todos grandiosos y todos destruidos por la guerra ). Hitler parece identificarse por completo con la impresionante estética clásica de Breker, y hace del arte de éste el paradigma más puro de la apoteósica estética nazi, mediante la cual el III Reich parece inspirar los aires del antiguo y todopoderoso Imperio Romano.
En 1937 es nombrado profesor en la Academia de Bellas Artes de Berlín, se casa con la bellísima Demetra Messala, a quien había conocido en París, y no tienen hijos de carne y hueso, sustituyéndolos por obras grandiosas de arte que la guerra destruyó en su 80%. Menos mal que nos quedan las fotografías, en las que se han inspirado muchos pintores y escultores modernos que no quieren reconocer su clara deuda ( ¡demasiados plagios! ) con Arno Breker, el artista genial que realizó tantos encargos para los nazis. El “Prometeo”, de Breker, encargado por el Ministerio del Reich para la Información del Pueblo y la Propaganda, es eregido en Munich en la entrada a la Casa del Arte Alemán. También acaba un grandioso “Ícaro” para la Academia de la Fuerza Aérea en Dresde. Asimismo en 1937 cincela el mármol del que saldrá la monumental figura de “Dionisio” para la Villa Olímpica de Berlín. En 1938 se elige a Breker para supervisar una exhibición de escultores alemanes en Varsovia, que comienza el 1 de marzo. El gran éxito de este acontecimiento, durante el cual es el invitado del embajador alemán von Moltke, hace que llame la atención del poderoso Joseph Goebbels, que se comportará con el artista con el mismo interés espurio que tuvo el emperador Augusto con Virgilio. La colaboración con el arquitecto Albert Speer, después de su entrevista con Goebbels, le proporciona numerosos encargos del Gobierno durante todos los años hasta el final de la guerra. Hitler solicita que Breker concentre sus energías creativas especialmente en la renovación de Berlín. A pesar de este encargo, intrigas políticas contra el “Francés” ( Breker ) por parte de artistas envidiosos ( la envidia no sólo es ibérica; también es germánica ) hacen que Breker no lleve nada a cabo de cierta categoría. Sin embargo, gracias a la importancia de su posición artística, Bréker consiguió ayudar a muchas personas que eran perseguidas por razones políticas o raciales, salvándoles la vida.
Entre otras cosas, Breker trabaja en esculturas y relieves para el embellecimiento artístico de la Nueva Cancillería. A petición de Speer hace dos relieves de mármol, “El Luchador” o “Kämpfer”, toda una personificación gigantea del Mein Kampf, y “El Genio” para el vestíbulo abovedado. Para la entrada principal de la Reichskanzlei, Breaker esculpe “El portador de la espada” ( grandioso símbolo de la protección que una nación necesita ). En la apertura oficial, el propio Hitler rebautiza la escultura con el nombre de “El Ejército”.
Para el Gran Arco Triunfal en Berlín, se le asigna a Breker una serie de 24 relieves con unas dimensiones de 20 metros de altos, y que juntos tendrán una extensión de 240 metros. De esta ciclópea composición, que consistía en 50 figuras y 18 caballos, solamente la mitad se finalizan: “El Camarada”, “Sacrificio”, “El portador de la antorcha”, “El vengador”, “El Guardián”, “Las Represalias”, etc. Supone el conjunto escultórico más importante y atrevido desde las metopas del Partenón, hoy afortunadamente custodiadas en el Museo Británico, que se ha levantado en Europa. Breker recibe un nuevo encargo para construir una grandiosa fuente con una base de 126 metros de diámetro en la Plaza Circular de la capital del Reich. Para ello proyecta la “Fuente de Apolo”, un Apolo conduciendo su carro del sol ( inspirado en el “Carmen Saeculare”, de Horacio ), empujado por fogosos caballos, se levanta desde una cascada de agua. Respondiendo a una solicitud del arquitecto Werner March, Breker también ayuda en el acondicionamiento de los Suelos de la Convención del Reich en Nuremberg. Para ello hace las figuras “El Profeta” y “Buena Disposición” para una de las tribunas en el Zeppelinfeld. La “Buena Disposición” es más tarde llevada a Berlín y levantada en la Plaza de Adolfo Hitler, hoy llamada Plaza de Theodor Heuss.
La finalización de toda esta enorme obra en el período de un pequeño número de años sólo se hace posible gracias a la existencia de grandes estudios de Breker situados al norte de Berlín, en el barrio de Jäkkelsbruch y Wriezen. Allí Breker reúne a más de cien jóvenes artistas y competentes artesanos de países europeos, como Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Yugoslavia, Ucrania, Rumania y Hungría, que se encuentran entre los prisioneros de guerra llevados a Alemania. Los estudios de Breker también abarcan casas de invitados, en donde artistas extranjeros viven y trabajan juntos con los alemanes, provenientes de los Sudetes y de otros países, como es el caso de los artistas españoles de la Falange. Entre los alumnos, que ya son artistas consumados, de Breker se encuentran Bernhard Heigiler y Gregor Kurk, quienes los ayudan con la ardua ejecución de las obras más grandes y a quienes Breker en recompensa les permite también usar su estudio para hacer arte abstracto en secreto – prohibido durante el período Nacional Socialista -.
En 1939, después de recibir en Berlín la Medalla de Las Bellas Artes, hace un viaje de estudio al sur de Italia y a Sicilia ( la Magna Grecia ), en compañía de Speer, el escultor Thorak, el arquitecto Kreis, y otros artistas. Allí todos se quedan deslumbrados por las fantásticas ruinas de los templos griegos, en especial los conservados en Agrigento. Speer y Breker afirmarán que quieren aspirar la energía creadora que levantó aquellas maravillas remotas. En su viaje de vuelta, de Agrigento a Mesina, pasan por Milazzo. Allí paran a comer, ven los monumentos locales ( el castillo español ) y Breker queda durante un instante deslumbrado ante la figura de una joven siciliana, cuya belleza grabada a fuego en su potente memoria plástica lo acompañará toda su vida.
A pesar de la enorme cantidad de trabajo que lleva a cabo, Breker es capaz de mantener estrechos y continuados contactos con artistas e intelectuales en el extranjero, como con los escritores alemanes Hans Carossa y Gerhart Hauptmann, quien recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1912. Músicos como Wilhelm Kempf y Alfred Cortot fueron sus amigos durante toda la vida. El pionero de la aviación Charles Lindbergh visitó a Breker en su estudio, mientras éste estaba precisamente trabajando en su relieve “El vuelo de Ícaro”, y cuando el héroe Lindbergh le dijo: “Has olvidado incluir la caída de Ícaro en tu retrato”, el artista alemán, con amable sonrisa y mientras escanciaba, como buen anfitrión, vino español en dos vasos, sentenció: “Mi Ícaro no cae”.
Molotov lo invitó en nombre de Stalin a la URSS, a fin de que levantase en la Plaza Roja de Moscú cinco colosales estatuas de héroes de la Revolución Rusa, remedo de los héroes clásicos Harmodio y Aristogitón. Sus honorarios serían astronómicos. Pero la guerra le impedirá este trabajo y arrasará la mayor parte de las bellezas creadas con frenesí por Breker. Menos mal que nos consuelan y alivian las fotografías.
Martin Heidegger llegará a decir de él en 1974: “Arno Breker ha establecido modelos en el arte de la escultura para la eternidad”.
Martín-Miguel Rubio Esteban