No suelo hacerlo, pero hoy quiero repetir una entrada que publiqué el 28 de septtiembre de 2010 con motivo de la reforma laboral que perpetró Zapatero. Lo hice en "El hombre del pirulí", otro blog más combativo que cerré temporalmente hace unos meses. La decisión de recuperar esta entrada no se debe a la Reforma Laboral de Rajoy, ni a la Huelga General de ayer, sino a las declaraciones que hizo Esperanza Aguirre, que son muy clarificadoras: "Estos sindicatos caerán como el muro de Berlín".
Es esta:
Mañana está en juego la última barricada que los
contiene. Es una barricada muy delgada, de papel, casi invisible y muy
probablemente quedará arrumbada por la acometida de esa bestia que todo lo
devora y que se llama MERCADO. En realidad ese término no es más que un
eufemismo. Detrás de la palabra MERCADO, como si de una careta se
tratara, se ocultan la derecha liberal (antes los llamábamos
conservadores), las multinacionales, los bancos, las financieras, las agencias
de evaluación de riesgos, los especuladores, los brokers y toda esa
cuadrilla de empresarios oportunistas, gorrones y avarientos que siguen a pies
juntillas los postulados de Carlos Solchaga: enriquécete pronto y
rápido.
Junto a estas poderosas fuerzas, que cabalgan
como potros desbocados desde que desapareció el contrapeso de la Unión
Soviética, se asocian otros colaboradores necesarios, como algunos
medios de comunicación, que trabajan sin descanso en la lobotomización de
la conciencia ciudadana. Nos bombardean con telebasura, programas de vísceras,
realities infumables y fútbol, además de elevar a la categoría de reinas
mediáticas a hembras incultas y chabacanas, gentuza sin oficio ni
beneficio, que, por obra de la caja tonta, se nos aparecen con más brillo
que la Virgen de Fátima.
Paralelamente, las mismas multinacionales nos
ahogan con una insoportable lluvia de mensajes publicitarios para convertir en
imprescindibles todo tipo de objetos, artilugios y cachivaches que compramos
compulsivamente hasta entramparnos de por vida (ipod, blackberrys, coches,
televisores de plasma, electrodomésticos varios, zapatillas de deporte de esta
u otra marca...)
Así consiguen enredarnos en su juego: nos pagan
poco y lo poco que ganamos lo gastamos en sus economatos. Tenemos libertad de
elección, sí, pero solo en teoría, porque la presión es tan brutal que
obedecemos sin darnos cuenta y les reembolsamos nuestro salario a cambio de sus
abalorios.
Quienes deberían defendernos, simplemente, se
dejan llevar para no perder posiciones de privilegio, como le sucede al
gobierno socialista, que cumple sumisamente con todo lo que le ordenan desde el
FMI, el BM, la CEOE y hasta la Conferencia Episcopal
sin la menor resistencia, y renunciando a lo que nos había dicho que eran
sus principios irrenunciables.
¿Y los sindicatos? Ellos también están
contaminados, viven de las subvenciones gubernamentales y por eso han
retrasado tantos meses la necesaria huelga general de mañana. Sin embargo,
pese a todo, son el último reducto ante la ofensiva global contra el
Estado del Bienestar y los derechos de los trabajadores desatada por esa
conjunción de fuerzas agrupadas en torno al MERCADO. Un asalto que,
no lo olvidemos, está perfectamente orquestado, aunque quieran hacernos creer
que la crisis ha surgido por casualidad.
Pese a las miserias en las que habitualmente se
mueven los sindicatos, en su interior aún palpita débilmente
ese sentido de la solidaridad y de la justicia social que ya no se ve por
ningún otro lado. En ellos, muy de vez en cuando, hay un destello de lucidez
que les hace rebelarse contra ese mundo que nos espera sin remedio si el MERCADO
derriba esta última barrera.
Por estas
razones mañana apoyaré la huelga,
para que toda esa corporación del mal que nos amenaza no se salga con la suya arrebatándonos los pocos
derechos que nos quedan, porque no quiero que mis hijas crezcan en un mundo en
el que solo se las compute como mera mercancía al servicio de los caprichos del
MERCADO, porque hay otra forma de vivir diferente a la que nos quieren
imponer las grandes industrias del consumismo masivo y ciego.
La reforma laboral que ha aprobado el
gobierno de Zapatero no es más que un peldaño en la dirección que
marca el dios MERCADO. Luego vendrán otros, como la destrucción de los
sindicatos (España es el lugar de ensayo), el retraso en la edad de
jubilación (se ensaya en Francia), el alargamiento de la jornada laboral (ya lo
intentó el Parlamento Europeo, aunque se logró evitar, ¿recuerdas?)
y el recorte de las prestaciones sociales y de las pensiones. Eso sin
contar la privatización (para enriquecimiento de unos pocos) de todo tipo
de servicios esenciales que han venido siendo públicos, como la educación y la
sanidad.
En suma, caminamos hacia un mundo cada día más
desigual, con mayores diferencias sociales, en el que los ricos se enriquecen
sin medida ni contención y a los pobres se los contenta dejándoles
admirar, por el ventanuco de la prensa rosa, la vida de glamour, lujo
y despilfarro en la que, sin el menor atisbo de vergüenza, hozan las llamadas clases
privilegiadas.
Razón tiene Rosendo: "Majete,
no todo el que saca mete". O, dicho de otra manera, hay unos cuantos
que sin aportar nada se lo llevan crudo, mientras que la nada queda para los
que más contribuyen.