He leído con cierto desconcierto algunos de los comentarios que se hacen a Asturianos. Creo que a los sitios que dan de comer hay que pedirles aquello que ellos están dispuestos a dar. Y Asturianos es un lugar que tiene vocación de casa de comidas. Sí, sí, se le puede llamar "bar" (tiene una pequeña barra en la entrada que responde a esa condición). También "restaurante" (su comedor, ahí está). Pero lo que realmente quieren transmitir Belarmino y su gente es la idea de que estamos en una casa de comidas donde el vino (esa es su condición diferencial) tiene un papel muy importante. Las raciones son abundantes, la calidad es grande, las cocciones no ofrecen sorpresas y uno encuentra, además, una complicidad enorme en la conversación sobre los vinos. Yo creo que es mucho lo que ofrecen en Asturianos. Cierto también, siempre que voy, procuro llegar temprano (las mesas y su proximidad dan para lo que dan) o bien cuando hay partido de futbol por la tele (suele estar vacío...). Si consigues ese poco de tranquilidad, la felicidad vínica y el buen rato gastronómico están asegurados.
En mi última estancia, cayeron esos deliciosos, pequeños y sápidos, boletus de Zamora (salteados); cayeron dos de los clásicos de la casa, el carpaccio de rape y las anchoas, sublimes ambos con la imprescindible compañía de ese pan antiguo que sirven en la casa; y cayó una extraordinaria carrillada (incluso en el detalle, de casa de comidas por supuesto, del tipo de patata frita que la acompañaba). La carne había hecho su cocción durante no menos de 4 horas (pieza grande) y, de veras, se deshacía en boca, con un punto meloso delicado y un contraste con la salsa (con reducción de vino), que me recordó sabores de muy antaño. Belarmino nos propuso todo a ciegas (lo del papel de aluminio es que le encanta, vamos) y el rey de la noche fue, sin duda, el Avan concentración 2008, del viñedo del Torrubio (Bodegas y Viñedos Juan Manuel Burgos, en Fuentelcésped). Un vino de Ribera del Duero que sabe a enorme, poderosa fruta. Con 14,5% y 12 meses de barrica nueva (comentaba Belarmino que también usan de segundo año para este vino, aunque la etiqueta no lo diga) de roble francés, este 2008 es una auténtica sorpresa por la sencilla razón de que la tempranillo (en orgánico) puede con todo. Fruta de verdad, primero. Terciarios de la madera, después, que acompañan, no ocultan. Cereza madura, arándano negro, odre fino, cuero joven. Un Ribera de los que quedan pocos, a ese precio...Alegre y acompasado en boca, de trago largo y profundo, fue un compañero perfecto para la carrillada en salsa. Asturianos, en Madrid, es en pocas palabras, un lugar que cualquier persona que ame comer y beber en condiciones tiene que pisar de vez en cuando.