“Para cuando publicó La Riqueza de las Naciones, a la edad de 43 años, Smith se había convertido en el primer [pensador] científico complejo”.
Ricardo Hausmann
No es un epígrafe. Es la mayor falacia jamás contada y puede leerse en un artículo de Project Syndicate llamado Why Are Rich Countries Democratic?. Hausmann es ex ministro de Planificación de Venezuela, ex economista en jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, profesor de economía y director de Centro para el Desarrollo Internacional en la Universidad de Harvard, es la persona que todos buscaríamos firme nuestra carta de recomendación, el experto.
Pero revisemos un poco de la ciencia compleja de Smith (énfasis mío):
Este poder de intercambio debe de haberse visto frecuentemente impedido o estorbado en sus operaciones. Un hombre, supongamos, posee más cantidad de cierta mercancía de la que necesita, mientras que otro tiene menos. Por consiguiente, el primero debería estar bien dispuesto a vender y el segundo a comprar.1
Wow. ¿Eso es ciencia? Podemos ponerle el adjetivo que gustemos y ciertamente complejo es uno de los que se me viene a la cabeza pero ¿ciencia? Voy a volver a la tierra imaginaria de Smith donde mi pequeña tribu y yo vivimos como un aillu, y de repente viene alguien que no vive en mi casa pero que SÍ es mi familia (antropología Smith, no te haría daño) y necesita unos cuantos choclos. A mí no me hace falta nada pues como acertadamente señala el padre de la religión económica, la coincidencia de necesidades es muy rara. Así que simplemente le digo que tome unos pocos de los que se encuentran cerca de los cuyes.
¿Qué salió mal? ¿No se supone que esto nos llevaría inevitablemente al trueque? ¿No sería entones que buscamos reemplazarlo con una moneda y después creamos el dinero? Intentemos de nuevo.
Una de mis tantas primas llega a mi casa y necesita unos choclos. A mí no me caerían mal una cuantas papas, yo no los tengo porque como en muchas otras comunidades decidimos poner todo en el depósito comunitario desde donde tomamos nuestros bienes.
OK, he fallado de nuevo. Esta es una historia que parece tan probable como la de Smith (aunque evidentemente lleva a conclusiones distintas) pero parece que no podremos saber quien tiene la razón. Es aquí donde los seres humanos nos veríamos en la necesidad de volver a los registros históricos para saber qué es lo que en realidad sucedía y entonces establecer la validez de la HIPÓTESIS.
Esta bien, acepto que estoy simplificando el argumento pero ¿no deberíamos preocuparnos un poco sobre cuánto de lo que escribió Smith tiene evidencia y cuánto es una simple suposición? La Riqueza de las Naciones fue un libro con un impacto enorme, y muchísimos se aventuraron a buscar la tierra del trueque, en todo el mundo… Esa tierra no existió. No existe. De hecho, sólo hemos visto trueque en sociedades ya monetizadas donde el dinero es escaso.
En palabras de la antropóloga Caroline Humphrey:
Nunca se ha descrito un solo ejemplo de economía de trueque, sencillamente, y mucho menos la emergencia de él del dinero; toda la etnografía disponible sugiere que jamás ha habido tal cosa.2
Hausmann continua:
[El mercado] posee una “mano invisible”, que opera a través de los precios de mercado para proporcionar un sistema de información que se puede utilizar para calcular si el uso de los recursos para un fin determinado vale la pena – es decir, es rentable.
No sé si el experto entiende las implicaciones de esto. Un auto eléctrico que se auto-repara no es rentable, puesto que no podríamos generar ingresos de algo que es tan eficiente. Desechar comida, por otro lado, es muy rentable, así aumentamos la demanda y aseguramos un buen precio a nuestro producto. ¿Qué más no es rentable? Una población saludable que cultive su propia comida, enteramente dependiente de energías alternativas distribuidas y con acceso a una microindustria (en forma de impresoras 3D, por ejemplo), puesto que ¿qué comprarían entonces? ¿La materia prima para las impresoras 3D?
Las compañías que operan en el mercado entienden estas cosas, por eso han creado varios tipos de obsolescencia (percibida, programada, etc.) y los esfuerzos comunitarios de producción industrial a pequeña escala los han puesto en evidencia, al diseñar maquinaria que funciona igual o mejor, a un octavo del costo y con una durabilidad, en promedio, de cinco veces más.3
Hausmann después sugiere inescrupulosamente eliminar las regulaciones al mercado, en un acto de fe/ignorancia, porque su “mano invisible” se encargará de todo y, en un acto deshonesto, fortalece su línea al declarar que tener elecciones cada dos o cuatro años no es suficiente. Claro que eso no basta, pero el mercado y el estado no son fuerzas antagónicas, de hecho los mercados históricamente surgen por imposición estatal.4 Si vamos un poco más allá, los grupos de poder fácticos de la banca privada internacional ni siquiera mantienen elecciones cada 4 ó 10 años y la población poco o nada conoce sobre la enorme influencia que estas instituciones tienen en su día a día, pero alguien que ha trabajado en el BID ciertamente sí.
La economía actual es una religión, se basa en creencias y jerarquías que asumen el poder divino, ejerce violencia con quien no está de acuerdo, nos obliga a asumir que existen fuerzas ocultas que no entendemos que se encargarán de que “todo estará bien”. ¿Algún científico en la casa?
Referencias
[1] Smith, Adam (2001). La riqueza de las naciones. Alianza Editorial. Madrid.
[2] Humphrey, Caroline. Barter and Economic Disintegration. Man 1985; 20:
48-72.
[3] Pearch, Joshua (2013). Open Source Lab, Elsevier, Estados Unidos.
[4] Graeber, D.(2012). En Deuda: Una historia alternativa de la economía. España: Ariel