Revista Cine
Desde que, hace ya más de una década, una película como 'El proyecto de la bruja de Blair' ('The Whitch Blair Project'; U.S.A., 1999) obtuviera un éxito comercial descomunal gracias a la combinación de una serie de elementos más o menos novedosos —entre los cuales alcanzó no poco peso su difusión viral en una Internet aún en pañales...—, la modalidad del género de terror basada en el formato de (supuesto) vídeo doméstico no ha dejado de gozar de una excelente salud, constatada en sagas tanto en el ámbito doméstico español (la trilogía Rec) como en el más internacional proveniente del cine estadounidense (es el caso de los films que componen la tetralogía Paranormal activity); productos que, con presupuesto mínimos, atraen a las salas a un montón de fieles seguidores que los convierten en oro puro en cuanto a su rentabilidad. Que al calor de tales éxitos no paren de surgir productos que siguen esa misma estela formal y genérica no deja de ser una manifestación de la más pura lógica industrial (los experimentos, ya se sabe, con gaseosa...). Y es en ese ámbito en el que cabe enmarcar un producto como 'Atrocious'.'Atrocious' se atiene escrupulosamente a los cánones del subgénero, y nos ofrece, en un metraje verdaderamente comprimido (setenta minutos), un desarrollo de imágenes 'camara en mano' que, en un formato de falso documental, pretende relatar un episodio criminal de impacto (el asesinato de tres miembros de una familia de clase media catalana, los Quintanilla, en una casona antigua de Sitges) sobre el que planean, de manera insinuada o velada, ciertos elementos de condición supuestamente paranormal: sangre y espíritus, una combinación que, al calor de las modas imperantes, garantizan la satisfacción de un público siempre ávido de productos de este corte y para el que, muy probablemente, supone un activo más valioso la atención a tales cánones que elementos como la originalidad o la creatividad —elementos, estos dos últimos, de los que la película no anda, precisamente, sobrada—.Pero, ¿qué sucede con el público en general, ése que no es devoto del género, o el subgénero, ni le presta especial atención, y que, por tanto, acude a una propuesta de este tipo con una actitud más abierta? Para este espectador, el principal problema deriva, precisamente, de aquellos rasgos que para el aficionado constituyen virtudes señeras, y que se materializan, muy especialmente, en que, debido a esa compresión y concisión a la que arriba se apuntaba, la película de Fernando Barreda Luna alcanza tal grado de austeridad y despojamiento que, privada de cualquier otro contenido que no sea el correspondiente a la estricta linealidad de una trama —por otro lado, de una liviandad extraordinaria— pautada a modo de diario, deja al receptor sin la más mínima clave o referencia a la que anclar la necesaria conexión emocional con la historia. Nada sabemos de los personajes, más allá de lo que es su nombre de pila y su aspecto físico; no tenemos antecedente alguno de la situación en que se centra el nudo argumental; desconocemos el más mínimo detalle colateral o complementario que nos permita ubicar la narracción en ciertas coordenadas.De esa manera, aunque la película se desarrolla con un ritmo vivo y poderoso, la desorientación termina adueñándose, más allá de las vueltas y revueltas por los vericuetos de ese laberinto en el que se mueve la mayor parte de la acción (vueltas que, por lo demás, llegan a hacerse visualmente cansinas en un momento dado...), de una trama que, con independencia de ello, tampoco dispone de mayores ni ulteriores bazas para sustentar sobre la misma un producto de entidad suficiente. ¿Propuesta fallida? Es muy probable que para la legión de seguidores de este tipo de films, no; respecto al resto, queda en evidencia que nos encontramos ante una película que, siendo benévolos en la apreciación, no cabría calificar más que de flojita.CALIFICACIÓN: 5 / 10.-NOTA.- Aprovecho la ocasión que brinda la coyuntura de la fecha para desear a los lectores de este blog un feliz año 2013.