Revista Cine

Back to the 80's/II

Publicado el 11 septiembre 2010 por Diezmartinez
Back to the 80's/II
¿Por qué ha sido olvidada la obra del fallecido cinecrítico y cineasta checo educado en Inglaterra Karel Reisz (1926-2002)? Aunque su carrera fílmica fue espaciada y no todo lo consistente que uno quisiera -nueve largometrajes en 30 años, desde la seminal Saturday Night and Sunday Morning (1960) hasta la fallida Venganza al Amanecer (1990)-, la realidad es que Reisz tiene en su haber unas tres o cuatro películas que merecen estar entre lo mejor de su época. La Amante del Teniente Francés (The French Lieutenant's Woman, GB, 1981), su séptimo largometraje, es una de ellas.
Adaptada muy libremente por Harold Pinter de la alabada novela homónima de John Fowles -que, mea culpa, nunca he leído-, la cinta nos ubica en dos historias de amor que corren paralelas, asincrónicas: la primera, en la filmación de una película de época realizada en la Inglaterra contemporánea; y la segunda, en la película dentro de la película, es decir, en la oscura campiña inglesa victoriana, en donde se desarrolla la trama contenida en la novela de Fowles.
Anna (Meryl Streep) es una afamada actriz americana que trabaja en el Viejo Continente y alterna, en cierta filmación, con el serio actor inglés ya casado y con hijos Mike (Jeremy Irons). La película que ambos protagonizan, La Amante del Teniente Francés, es la historia de un torcido amour-fou decimonónico entre el cerebral paleontólogo Charles Smithson (Mike/Irons), recién comprometido con una damita de sociedad, y una misteriosa institutriz, Miss Sarah Woodruff (Anna/Streep), a quien los habitantes de Lyme, Dorset, le han colgado el sambenito de "Tragedy", porque espera, silenciosa, anhelante, mirando el horizonte marítimo encrespado -cual imagen salida de un cuadro de Turner- el regreso de cierto teniente francés que no puede ni quiere olvidar.
El filme de Reisz -expertamente fotografiado en sus dos secciones, la contemporánea y la victoriana, por Freddie Francis- pasa de un escenario a otro, del fílmico (es decir, el de los actores y su evidente affaire amoroso) al fílmico-fílmico (es decir, el de la trama ubicada en la reprimida era victoriana), a través del abrupto corte directo o, incluso, con la invasión del presente en ese pasado recreado, pues desde la aparición de la claqueta en los minutos iniciales, las reglas son claras y bien definidas. Así pues, en la medida que avanza el filme que estamos viendo nosotros, una historia de amor comenta/refleja/complementa a la otra.
La obsesión autodestructiva de Charles, hombre de razón, caballero de su tiempo, se extiende a quien lo interpreta, el serio y concentrado Mike, que parece estar dispuesto a echar todo por la borda -estabilidad, esposa, familia- ante el embrujo de esa talentosa actriz americana de mirada inquisitiva que tiene la gracia de cambiar el acento inglés por el gringo en cuanto el director grita "¡corte!" -dejara de ser Meryl Streep. Pareciera, pues, que esa "melancolía oscura" de la que sufre Sarah y de la que habla en cierta escena clave el Dr. Grogan (Leo McKern) se contagia. O peor aún: se agrava.
Esta es la tercera ocasión que veo la película y en cada nueva revisión -la primera casi ni cuenta: la vi en el momento del estreno, siendo un adolescente- La Amante del Teniente Francés crece más en mi estima. Es cierto que su desenlace es tan abrupto que termina siendo anticlimático, pero la forma en la que resolvieron Pinter y Reisz la condición "inadaptable" que tenía el libro de Fowles -un metanovela que mezcla la citada historia de amor con elementos ensayísticos- fue tan ingeniosa como certera. Aquí está, de hecho, el germen de otra espléndida adaptación imposible: la de la novela de Ian McEwan Expiación, convertida en la favorita personal Expiación, Deseo y Pecado (Wright, 2007).

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