Después de contar una historia desagradable hace unos días acerca de una gaviota cabecinegra que probablemente no volverá a sus lugares de cría, un correo que he recibido recientemente me da pie para contar otra historia que va plenamente en sentido contrario, así que no puedo desaprovechar la oportunidad de extenderme un poco en ella.
Todo empieza el día 19 de diciembre de 2011. Esa tarde, en la playa de la Ribera en Luanco se encuentra sedimentado un pequeño grupo de gaviota cabecinegra Ichthyaethus melanocephalus, y entre ellas un ejemplar adulto con anilla azul IZJV.
Gracias a la amabilidad de Camille Duponcheel logro ponerme en contacto con los anilladores. Esta gaviota es italiana, un enclave que cuenta con muy escasas observaciones en el Cantábrico (de hecho yo es la única que he podido ver). Procede de la zona del delta del Po, en Comacchio, donde fue anillada el verano de 2011 como adulta, la mía era su primera observación. Esta población ha sido ampliamente estudiada y se conoce bastante acerca de sus movimientos. Responde a la situación típica de explosión de esta especie en Europa, ya que de poco más de 20 parejas en los años 70 del siglo XX ha pasado a más de 2.000
Aunque los anilladores tardaron en contestarme, desde entonces he recibido un par de correos suyos actualizando las observaciones de esta gaviota, algo que tengo que decir que son los únicos que lo han hecho hasta ahora. Por eso sé que tras verla yo, fue localizada en dos ocasiones ese invierno por Pablo Covelo en la playa de América, en Pontevedra. Y que además el verano pasado fue vista de nuevo en agosto en su zona de cría, en Ravenna (Italia). Se trata de un precioso viaje de ida y vuelta de más de 1.700 km en línea recta, aunque probablemente habrá recorrido muchos más, como veremos.
Las gaviotas cabecinegras de esta zona tienen dos líneas preferentes en sus migraciones. La mayor parte sigue una componente mediterránea, para invernar en las costas del Mediterráneo de la Península Ibérica o del norte de África. Pero unas cuantas se guían por un patrón atlántico, mucho más largo y complejo, como el ejemplar que localicé yo ese día en Luanco.
Por los anillamientos se sabe que estas gaviotas que siguen una ruta atlántica pasan un largo periodo tras la cría, entre los meses de julio y octubre, en las costas atlánticas francesas. Si observamos el mapa de Europa vemos que entre ambas áreas se levanta una gran barrera montañosa que es probable que las aves no crucen: los Alpes.
¿Qué otra ruta pueden seguir? La respuesta nos la puede dar la lógica y una reciente entrada que he visto en el estupendo blog de Antonio Gutiérrez sobre las melanocephalus gallegas. Una de las cabecinegras observadas allí posee una cita de principios de julio en Hungría.
La ruta sería ésta. Tras la reproducción algunas cabecinegras del delta del Po toman rumbo a las grandes llanuras húngaras del centro de Europa; una vez allí se unen a otras gaviotas locales y cruzando el continente europeo de este a oeste llegan a las costas atlánticas francesas. Aquí pueden quedarse ya a pasar el invierno. Sin embargo, algunas continúan viaje en otoño, hacia la costa cantábrica asturiana y más lejos, como se puede comprobar en el ejemplar que he comentado.
En este mapa represento en azul la probable ruta seguida por mi gaviota, y en rojo he señalado la ruta más habitual plenamente mediterránea.
Algunas llegan incluso en invierno aún más lejos, a las costas de Portugal y Marruecos. Un extraordinario viaje sin duda, que hace que nos maravillemos aún más con las enormes hazañas de estos pequeños seres alados. Una pequeña aventura que al menos, en el caso de la gaviota vista por mí, terminó bien. Espero que sigan llegándome más datos de esta pequeña ave.