Revista Vino

Bodega Cauzón de Ramón Saavedra

Por Jgomezp24
Cauzón
Ramón Saavedra Saavedra es hijo de la emigración. Sus padres fueron a trabajar a Girona y él creció allí. Cuando la querencia por la tierra (la Sierra Norte de Granada) y por su pueblo (Cortes y Graena, en la parte de Graena) pudieron con su padre, Ramón tuvo suerte. Tenía ya una edad en la que podía decidir si se quedaba o volvía. Ramón ha entrado en el mundo del vino casi como yo, aunque la gran diferencia entre nosotros es que Ramón hace algunos vinos muy interesantes en su Bodega Cauzón. Yo…¡sólo me los bebo! Pero ambos entramos en la pasión por el vino a través de la gastronomía. Ramón empezó trabajando en una cocina como lavaplatos, en uno de los grandes restaurantes del Empordà de los años 70 y 80, el Big Rock de Palamós. Un buen día se puso enfermo un cocinero y el jefe lo tuvo claro: quien tenía que entrar en la cadena del aprendizaje de la cocina tenía que ser Ramón. Le había visto ya entre cazuelas en sus ratos libres y sabía de su pasión. No la ha olvidado: es de los que siempre anda preocupado por la pureza del producto, siempre pregunta de dónde viene esto, cómo se hace lo otro, tiene muy claros los puntos de cocción y de mejor sabor de las cosas…
Pero en su pueblo, y con una rambla impresionante que da cobijo a las aguas a veces desenfrenadas del desagüe de Sierra Nevada en su cara norte (eso intenta mostrar la foto), lo que tocaba eran viñedos. Con una tierra arcillosa y calcárea y plantas a más de 1000 msnm, Ramón cambió su vida en 1996 y empezó a cuidar de cepas muy viejas de torrontés en esa rambla. Y plantó pinot noir, que tan bien se da en esa sierra granadina, y trempranillo y merlot entre las tintas. Y un pupurrí de blancas, entre las cuales la sauvignon blanc, la chardonnay y la viognier, que le dan el que es, para mí, su vino más redondo y de mayor placer: el Cauzón Blanco. En su 2011 (con todas las uvas blancas que he citado) manda la acidez de la sauvignon blanc, el volumen de la viognier y la raíz y la tierra de la torrontés. De todo lo que probamos el día que comimos en el bar de Pili (en Graena: un pollo campero, con patatas, cebolla, romero y tocino de ibérico, que recordaré por el sabor intenso del animal tanto como por la compañía de Jose y de Antonio, amigos de Ramón que saben de esa tierra lo que no está escrito), me quedo también con un ensamblaje de syrah y merlot, el Lozano 2011, con apenas cuatro meses de barrica y una fruta en boca que invita a muchos tragos. Y su Cauzón Pinot Noir 2010, con apenas 13,5%, y un paladar impresionante con posgusto de violetas y tomillo. Los vinos de Ramón son tan francos, limpios y sinceros como él, como su tierra y como el Mulhacén que todo lo preside.
Pollo campero de Pili

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