He estado releyendo el post de ayer, en que hacía la difusión de la convocatoria vigente de los Born Digital Wine Awards. Me ha dejado una cierta desazón porque podría parecer que transmito sensación de desagradecimiento o de resentimiento. Y no siento ni lo uno ni lo otro. Merece la pena que me explique mejor. En primer lugar: hacia las actividades ingentes de Ryan y Gabriella Opaz no siento más que admiración. Su Catavino ha marcado un punto de progreso muy importante en la difusión del vino de Iberia en el mundo (España y Portugal son sus grandes objetivos) y su impacto en el mundo anglosajón y que lee en inglés es enorme. En segundo lugar: aunque existían intentos anteriores, hechos con buena voluntad pero escaso acierto (aquí me cuento), su iniciativa European Wine Bloggers Conference ha dado consistencia, profesionalidad y solidez al encuentro periódico entre gentes que nos dedicamos a escribir sobre el mundo del vino en la red. En tercer lugar: su última iniciativa, los Born Digital Wine Awards, es única también en el mundo de los premios y del reconocimiento a los que nos dedicamos a estos menesteres de una forma digital. Es única porque no hay otro premio que haya ampliado el abanico de presentación de originales a otras lenguas, además del inglés: al castellano, al francés, al italiano, al portugués y al alemán. Y es única porque quien recibe ese reconocimiento, lo hace de manos de gente muy prestigiosa y experta en este mundo del vino. Lo cortés no quita lo valiente: sigo pensando que sería mejor que el jurado tuviera miembros cuya lengua nativa sea la de los posts candidatos, pero eso ya llegará, estoy casi seguro.
Quede claro, además, que si uno se presenta a un premio (me lo pidieron el año pasado y así lo hice), sabe que le pueden pasar dos cosas. Que se lo den o que no se lo den. Si te presentas, aceptas las reglas y punto. Por lo tanto, yo jugué a eso y no gané. Dicho todo lo cual, y sentadas bien claramente las bases de mi admiración y respeto por el trabajo de Ryan y Gabriella, queda también claro (para mí, por lo menos) que vamos por caminos distintos, aunque busquemos un mismo objetivo final. Todos queremos que el buen vino, en general, y el español en particular, esté en todo el mundo y su palabra y buen hacer sean difundidos. Buscamos, además, hacerlo sobre todo a través de la red. Y a partir de aquí, disentimos en cómo hacerlo. Por razones estrictamente personales (cada cual tiene su biografía y sabe cuáles son sus metas en la vida), ellos han buscado desde que nos conocemos (en una entrañable comida, que no olvidaré, en La Teca) el camino de la profesionalidad, el de poder ganarse la vida con estas actividades. Mientras que yo, por ahora y a la espera de la oportunidad de mis sueños (¡ni sé cuál es todavía!), me mantengo en un estricto amateurismo y en una independencia recalcitrante. Dicho queda. Besos y abrazos a Ryan y Gabriella, y que su actividad sea mucha y fructífera por muchos años.