Corría 2020 cuando entrevistábamos a Marc Villà como uno de los hosteleros damnificados por la pandemia, de los que habían quedado fuera de juego con algún nuevo (y delicioso) proyecto en la cocina de Barcelona. Nos relataba que –en asociación– estaba a punto de abrir un local en el Born (Rec, 60), cuando llegó el estado de alarma. Con el nuevo local querían darle un ‘hermanito’ al primer Bronzo de Còrsega, 307, donde ya habían prendido la llama y la adicción al recetario veneciano tres años antes. Hubo que esperar, pero el nuevo restaurante despegó con fuerza y es uno de los imprescincibles en el barrio más ‘cool’ de Ciutat Vella, a base de honestidad, sabor, producto y espíritu de ‘bacaro’.
El Baccalà mantecato de Bronzo.Esas tabernas de la laguna, al norte de Italia, donde compartir platillos, vinos, cháchara y amistades eternas, les habían encandilado durante años. Haciendo soñar a Villà y Joan Castells con su propia réplica en Barcelona.
Lo han logrado por partida doble con los dos establecimientos, de igual propósito gastronómico, pero que interactúan con públicos y ambientes diferentes. El del Eixample es un valor seguro en un distrito infalible para la restauración con talento. El del Born es arquitectónicamente más afín al ejemplo veneciano, con solera, techos altos e interiorismo deliciosamente nostálgico. Y hereda la potencia de las paredes que antaño albergaron ni más ni menos que una precoz sede de producción de Coca-cola.
Deliciosas sardinas escabechadas.Tapeo compartido
Una vez en materia, a Bronzo hay que llegar con ganas de compartir y fluir, dando por hecho que se está en buenas manos y dejándose llevar por la tentación de sus ‘cicchetti’, el tapeo o aperitivo típicamente veneciano. Lo bueno es que el comensal puede entregarse a la exploración de la mano de sus camareros, que lo ilustrarán sobre ‘hits’ infalibles, u otros descubrimientos.
Terraza del local.Para una iniciación, está claro que hay que pasar por los quesos y embutidos de rigor (seleccionados e importados sin margen de error), pero adentrándose en platos tradicionales como el ‘Baccalà Mantecato’ (o bacalao a la crema), una explosión entre crujiente pane carasau. Hay que sucumbir también a las ‘Sarde in Saor’ (sardinas en escabeche agridulce, con piñones, pasas y un punto de lima), una joya que hace brincar al paladar por 15 euros. Y no perder de vista el palpitante Steak tartar de Harry (con masa de pizza y patatas fritas).
Uno de los rincones de Bronzo en el Born.Menos imprescindible es el Vitello tonnato, rico, pero sin sorpresas. En cambio, la pasta, artesanal y elaborada con moldes de bronce (que dan nombre a la casa) es un pase obligatorio. Probamos los Bigoli in salsa, con cebolla caramelizada y coronados con anchoas, poderosos y rompedores respecto al endeble recetario de pasta que abunda en muchos restaurantes seudo italianos de la ciudad.
Risotto y mucho más
Más memorable aún resultó el Risotto de gamba roja, pletórico en sabor a mar, perfecto en el punto del grano y redondo en untuosidad. Para otro día quedaron en el tintero sus ‘pizzete’ al horno de piedra, las albondigas venecianas o la tagliata… Es un lugar para repetir y profundizar.
Risotto de gamba roja.Damos fe de que el tiramisú hace honor a su nombre y no defrauda, si el apetito alcanza. Y eso que el pastel de queso gorgonzola suele ser de prescripción obligada. A destacar que que el servicio está a la altura de la mesa, que el maridaje de vinos es más que solvente y que los precios (es fácil comer muy bien por unos 30-40 euros) son honrados.