Este film se podría resumir como la película con doscientos pares de hormonas bien puestas. 130 minutos con la boca abierta, los ojos desorbitados llenos de emoción y, en un momento preciso, hasta cerrándolos para no ver lo que sucede en la pantalla (no sé si al final es peor porque no pude evitar escuchar el sonido y todavía tengo “esa escena” -quien la haya visto sabe perfectamente a qué me refiero- presente en mi cabeza). Desde hace unos años el cine belga está creando películas magistrales, con argumentos totalmente novedosos y con un coraje, para tratar ciertos temas “delicados”, digno de quitarse el sombrero.
Revista Cine
Me encanta que el cine me sorprenda y con Bullhead he tenido una sobredosis que rozaba el éxtasis. Basado lejanamente en un suceso que a mediados de los 90 acaparó las portadas de la prensa belga, un tráfico de hormonas entre los ganaderos que acabó con el asesinato de un veterinario sospechoso, el film utiliza la anécdota como telón de fondo para ir mucho más allá.Si en un principio la película parece encuadrarse en el cine más negro que pueda imaginarse, con una escena inicial sublime en la que el protagonista se aplica el mismo tratamiento hormonal que utiliza con su ganadería, el director de este ópera prima, Michael R. Roskam, aborda momentos de comedia entre las diferentes comunidades de esta país que ostenta el récord de haber permanecido sin gobierno más tiempo que ningún país.Pero tras la famosa escena que sólo me atreví a oír, la película se transforma en un western moderno donde las múltiples fronteras, entre los animales y los hombres, el odio y el amor, el recuerdo y el olvido o las diferentes lenguas del país, son más peligrosas y difíciles de atravesar que en el mejor de los clásicos del Oeste.Si el director ha escrito 22 veces su guión hasta estar conforme con su contenido, el actor principal, Matthias Schoenaerts se ha encargado de adicionar 27 kilos de puro músculo a su cuerpo serrano. Anécdota física aparte, el protagonista borda todos los estados psicológicos posibles por los que pasa su personaje, desde la más arraigada violencia hasta la más irrealizable esperanza de encontrar el amor de su niñez, logrando parecer tanto un monstruo por momentos como un adorable ser perdido y frustrado, lo que es, en realidad, en su esencia más profunda. Un actor increíble que, evidentemente, ha llamado la atención y que será el protagonista del próximo film de Jacques Audiard, el director de la excelente Un profeta (2009).La película ha conseguido tantas nominaciones y premios que sería complicado hacer un listado concreto. La guinda ha sido colarse en las nominaciones de los Oscars de este año a la mejor película en lengua extranjera, que para un primer film no está nada más. Menos mal que Nader y Simin (2011) estaban ahí porque de lo contario se lo hubiese llevado.