* Crítica de 'Buscando un beso a medianoche' ('In search of a midnight kiss'; U.S.A., 2007), de Alex Holdridge, con Scoot McNairy y Sara Simmonds.-
Woody Allen y su Manhattan; Richard Linklater y su trilogía ‘Antes de...’; Eric Röhmer y sus romances urbanos; o los personajes un tanto desequilibrados de un Hal Hartley en su mejor momento. Tomen todos esos elementos, introdúzcanlos en una coctelera, agiten (eso sí, con suavidad y ternura: es una comedia romántica…) y obtendrán, como resultado, ‘Buscando un beso a medianoche’, una cinta del casi desconocido Alex Holdridge (director y actor de corto bagaje hasta la fecha) que, con Los Ángeles como escenario sobre el que despliega la totalidad de su acción, y en un blanco y negro de matices muy saturados (que dotan a su fotografía de una personalidad muy marcada), desarrolla una historia de amor concentrada temporalmente en el marco de unas horas, las que anteceden y siguen al Nuevo Año, y que, con un arranque en una cita por Internet, termina llevando a sus dos protagonistas a un romance tan fresco como hermoso, tan triste como efímero, tan imposible como el amor mismo (o como la vida misma, tanto da), todo ello en unos ajustadísimos noventa minutos de metraje, que, francamente, se pasan en ese mismo suspiro de melancolía que la historia puede despertar en los corazones más sensibles.
Esa relación que constituye el eje sobre el que gira el relato fílmico arranca con no muy buenos augurios, desde el punto de vista de su tono, que incide especialmente en los aspectos más estrambóticos de los personajes —acercándose, desde esa perspectiva, a ciertos clichés del cine indie, rama mumblecore, que empiezan a resultar un tanto cansinos—, de los que transmite una imagen caprichosa e insustancial, pero consigue, a partir de un punto de giro determinado (el único episodio en que la acción cobra una mayor vivacidad de movimientos, como contraste a la placidez muelle en que se despliega la globalidad de la trama), cobrar una dimensión totalmente distinta, teñida de esa intensidad triste que se termina convirtiendo en su seña de identidad (y, con ello, en la de la cinta), y poniendo de manifiesto cómo esa aleación vital que forman el peso del pasado y las proyecciones de futuro siempre termina condicionando el presente (incluso en el amor). Tan conmovedora como sorprendente, 'Buscando un beso a medianoche' solo está a la espera de que algún día, algún director novel en algún festival campanillero, la asuma y la cite como referente (será la hora de su descubrimiento y glorificación); hasta entonces, podemos seguir disfrutándola los/as demás.