Revista Cocina
Hay en ti la ternura de cosas pequeñas y el señorío de las grandes cosas. Sigues siendo la tierra más hermosa que ojos humanos contemplaron… (Dulce Maria Loynaz, poeta Cubana).
Cuenta la historia que Cristobal Colón cuando desembarcó en Cuba exclamó arrodillándose en la arena: “Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás”. Y yo, emulando al famoso almirante, la primera vez que ví Cuba, La Habana, sus islas, sus bosques, sus playas, sus fondos marinos, dije y mantengo:, si el paraíso existe, el paraíso es Cuba.
La mayor isla de todo el Caribe, Cuba, conocida también como "La perla de las Antillas"; aquella que los indios caribeños la usaban como refugio cuando huían de las guerras tribales entre ellos, los taínos, guanajatabeyes y siboneyes; indios aruhacos, algunos incluso caníbales. Tradición que continuaron los corsarios, piratas y bucaneros desde su descubrimiento.
Españoles, esclavos africanos, inmigrantes franceses, haitianos y Caribeños una fusión de culturas que han dado lugar a que su gente se caracterice por su calidez humana, laboriosa, amable, inteligente, culta y altruista pero sobre todo inmensamente hospitalaria.
Viajé por primera vez a Cuba a finales de los años 90 y he vuelto, no una, varias veces,
Cuba, ése hermoso lugar que dicen que la luz es irrepetible, me deslumbró y me cuativó.
Y es que hay que recrearse caminando por sus calles, donde los edificios, sus casas, su gente exponen ese pasado vibrante, ése presente incierto y duro, manteniendo el don de vivir sola la existencia y sin embargo bailan, aman, conversan, rien con la placidez de lo humano, con la esencia de lo vivido, embriagados con el son cubano y con la sabiduría de saberse poseedores de la universalidad del mestizaje.
Ver sus playas, mirar el mar, andar por su blanca arena, sentarme a la sombra de un cocotero, bañarme en sus cálidas aguas, bucear en sus profundas y turquesas aguas, descubrir y perderse en sus manglares, pasear por el malecón de La Habana, suspirar mirando al horizonte de sus bosques, del verdor de sus montañas, de sus plantaciones de café, los valles de cañaverales, beber ron cubano en La Bodeguita deenmedio donde Hemingway dejó su sello, escuchar los ritmos caribeños…y es que la música llena el aire de Cuba.
Y por supuesto su gastronomía. Las recetas cubanas comparten las sabidurías de la combinación entre las especias y las técnicas combinadas de la cocina española y africana, con unas ciertas influencias caribeñas en especias y sabores
La receta que he preparado y que presento hoy es una de mis preferidas, la que me trae recuerdos de una preciosa, pequeña y paradisiaca isla, rodeada de arenas muy blancas y de un mar turquesa con aguas cristalinas, donde la probé por primera vez, Cayo Blanco. Isla ubicada en el litoral Norte de la provincia de Matanzas, próximo a la entrada de la bahía de Cárdenas, a unos 10 Kmts. de Varadero.
Una receta que encontré no hace mucho gracias a ésta ventana al mundo que es internet y que lógicamente puse en práctica enseguida, disfrutándola en mi cocina malagueña.
La receta es del Restaurante-Paladar BellaHabana, quienes en su página web dicen: La Habana, la bella Habana, pocas ciudades han despertado pasiones tan intensas como las que la metrópoli cubana incita. Su fascinante mezcla de pasado y modernidad enajenada, su suntuosidad y decadencia, ha inspirado a muchos, ha cogido a tantos….por ella también se impulsan los placeres, los espacios, que como el restaurante BellaHabana hacen un canto a su beldad.
“Mi cocina”…hoy es un canto a la “beldad” no sólo de la Habana, sino también a Cuba… ¿Me acompañan?
Plaza de la Revolución, en La Havana (Cuba) con el Ché Guevara al fondo.
¿Cómo la hice?
Ingredientes para éste plato:
Aceite de oliva virgen extra, media cebolla blanca dulce, langostinos, una ramita de cilantro, un tomate pequeño bien maduro, tres trozos de morrones asados (de los que vienen enlatados y se encuentran en cualquier supermercado), media taza de kétchup, dos dientes de ajo, una hoja de laurel, medio vaso de vino blanco, una cucharada de vinagre de vino, un pimiento baby dulce rojo (la recete original usan pimiento rojo picante y suelen poner una cucharadita pequeña de tabasco, que personalmente he omitido ya que he preferido no hacerla picante) y sal.
Los pasos a seguir:
Picar la cebolla y los ajos en trozos pequeños; cortar el aros el pimiento rojo y reservarlos. Rallar el tomate y colarlo de forma que no queden semillas ni piel y machacar el pimiento morrón, mezclándolos bien.Pelar los langostinos y hacerles un corte por el lomo, sacándoles la tripa.
Echar un chorreón de aceite en una cacerolita y “morear” los langostinos hasta que se pongan rosados, retirarlos y reservarlos.
Añadir en el mismo aceite la cebolla, el ajo, el pimiento rojo, el cilantro picado (en la receta original usan perejil) y el laurel, salar y dejar hacer un minuto a fuego lento.
Incorporar al refrito la salsa de tomate y pimiento morrón, dejándolos hacer un minuto, agregando a continuación el vinagre, el kétchup, el vino blanco (si van a añadir tabasco, éste es el momento)y los langostinos; salar al gusto y dejar cocer a fuego lento unos diez minutos hasta conseguir la consistencia deseada.
Servir con arroz blanco. Aconsejo usar tipo basmati o thai. (Cocer el arroz siguiendo las instrucciones del fabricante).