Revista Cultura y Ocio

Campos de Castilla

Publicado el 18 noviembre 2021 por Rubencastillo
Campos de Castilla

No hubiera podido imaginar, en el año 1982, que la lectura del libro Campos de Castilla iba a completarse, en 2021, con una relectura igual de extasiada, igual de estremecida, igual de fervorosa. Fue entonces un libro de poesía que deslumbró al joven destinado a convertirse en jurista (así lo deseaba mi padre); y es ahora el remanso de lírica que asalta, de nuevo, al maduro profesor de literatura que de forma equivocada suponía que el volumen iba a resultarle “repetido”. Erré. El libro ha sido nuevo, porque la Belleza siempre es nueva y porque la emoción, cuando se esculpe con las palabras perfectas, “es siempre todavía” (para usar una fórmula machadiana).

“Retrato”, “La tierra de Alvargonzález”, “A un olmo seco”, “Poema de un día”, “La saeta”, “Del pasado efímero”, “Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido”, “A don Francisco Giner de los Ríos” o los “Proverbios y cantares” han sonado en mi cabeza con la música indeleble que les imprimió el poeta sevillano (alguno, además, con la música añadida de Joan Manuel Serrat), y su impronta se ha enriquecido con docenas de versos sueltos en los que don Antonio convirtió en mármol el frío de Castilla, el carácter de los españoles, el brillo ilusionado de quien espera hablar a Dios algún día o la languidez que impregna la triste constatación del carácter cainita de la raza. El tiempo, ese ácido inmisericorde que tantas veces adelgaza, malhiere o conduce al osario las lecturas que hicimos en la niñez o la juventud, nada ha podido contra los versos machadianos. No ha sido capaz de erosionarlos o de apagar su brillo. No se ha alzado victorioso. Lo cual me alegra, porque me demuestra que en la sencillez de un hombre que mira en silencio los campos amarillentos de Castilla, o que se lamenta con amargura por la pérdida del amor, o que aplaude los libros hermosos que ha leído, puede encerrarse la condición de Clásico.

Antonio Machado, espléndido poeta, pertenece a la Eternidad.


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