Con dos años de retraso llegó a las salas españolas Cantinflas (Sebastián del Amo, 2014), biopic sobre el famoso actor y cómico mexicano, al que Charles Chaplin definió como “el mejor comediante del mundo”. Si la espera se ha hecho dura ha sido, sobre todo, por disfrutar del que sin duda es el gran bastón de esta película seleccionada por México para los Oscar: la excelsa interpretación de Oscar Jaenada. Acostumbrado a dejarnos con la boca abierta en sus trabajos por su innata capacidad de cambiar de registro como si no le costara el más mínimo esfuerzo -cuando detrás de cada uno de sus papeles hay horas, meses de trabajo-, el actor español logró convencer con su interpretación hasta aquellos que veían injusto que no fuese un mexicano el que encarnase el papel del que sin duda ha sido el comediante de habla hispana más famoso de todos los tiempos. Al nivel de su interpretación de Camarón de la Isla -que le reportó un más que merecido Goya- es Jaenada el que sostiene en todo momento una película irregular a la que se le podría haber sacado mucho más partido. Junto a él, brillan también Michael Imperiolli en la piel del director Mike Todd y todo su elenco de secundarios.
Partimos de la base que hacer un biopic no es tarea fácil: ante la imposibilidad de condensar una vida entera en 100 minutos es necesario seleccionar con esmero qué aspectos de la vida de nuestro objeto de estudio omitimos y cuáles seleccionamos. Y sea cual sea nuestra decisión, habrán espectadores que aplaudan tu decisión y otros que no. Sebastián del Amo, que escribe el guión junto a Edui Tijerina, opta por suprimir toda la parte de la infancia y juventud de Mario Moreno para pasar directamente a su vida de adulto, cuando intentaba triunfar en espectáculos ambulantes o en diversas profesiones como torero o limpiador. Lo más interesante cinematográficamente de una película en la que, por otro lado, no hay nada cinematográficamente destacable es cómo del Amo acierta al contarnos un relato a dos bandas: por un lado el proceso por el que el protagonista fue popularizando su icónico personaje de Cantinflas dejando atrás sus orígenes humildes y, por otro, los esfuerzos del director Mike Todd (Michael Imperiolli) por sacar adelante una película aparentemente suicida: “La vuelta al mundo en 80 días”, película que le dio a Mario Moreno su único Globo de Oro y lo lanzó a la fama mundial. Uno de los aspectos más destacables -y emocionantes- del film es cuando ambas líneas narrativas confluyen.
Cantinflas nunca llega a desprenderse del aroma a telefilm que parece llevar grabado en su ADN, aunque bien es cierto que disimula su estrechez presupuestaria con ingenio y rentabilizando al máximo cada escenario, por mucho que éstos se noten demasiado de cartón piedra. El otro punto débil, junto con la desgana con la que parece estar rodada -la película pide a gritos más viveza expresiva, más energía- es su desastroso doblaje: chirría ver a actores como Jaenada en un perfecto dominio del lenguaje mexicano para, segundos después, escuchar (mal) doblados a esos empresarios de Hollywood. Aunque haya quien la acuse de quedarse en la superficie y no profundizar en los aspectos -tanto positivos como negativos- de la vida del genio mexicano, lo cierto es que Cantinflas nació con la intención de ser una película amable y simpática, como finalmente es. Narrada a modo de viñeta, como si fuese un cómic (esas transiciones, esos fundidos a negro), la película está narrada de un modo excesivamente convencional y simple a conciencia sin estridencias ni nada que la haga destacable, pero puede que ahí resida parte de su encanto. Los que pretendan disfrutar esta producción con la esperanza de que indague en terrenos pantanosos o en los aspectos más desconocidos de la vida de Mario Moreno -como todo lo relacionado con su hijo adoptivo, su ego desmesurado o sus extrañas vinculaciones políticas-, que sepan que esta no es su película.
En definitiva, con lo que a la larga conviene quedarse de Cantinflas es que acerca a las nuevas generaciones, sin estridencias y de forma casi didáctica, la figura del que sin duda fue algo más que un cómico de imaginación inabarcable, lenguaje atropellado y carisma infinito: un icono, un auténtico paradigma de la tenacidad y el esfuerzo. Por eso vienen bien películas como esta: para que gente que ha sido tan grande no caiga en el olvido. No estamos ante el mejor biopic de la historia, pero tampoco lo pretende. Cantinflas es un agradable pasatiempo y conviene disfrutarlo como tal.