Revista Cine

Capitán América: el Soldado del Invierno

Publicado el 01 abril 2014 por Diezmartinez
Capitán América: el Soldado del Invierno
Con tantas cintas súper-heroicas de la Marvel producidas (tres Iron Man, dos Thor, un Avengers y dos Capitán América) en los últimos años, creo que podemos asegurar una tendencia más que clara. Si bien los primeros episodios de cada saga -Iron Man: el Hombre de Hierro (Favreau, 2008), Thor (Brannagh, 2011) y Capitán América: el Primer Vengador (Johnston, 2011)- se sostienen como buenos espectáculos de cine veraniego y pueden presumir no pocos hallazgos (el rescate como estrella de cine de Robert Downey Jr. y el muy logrado tono de screwball comedy entre él y Gwyneth Paltrow en Iron Man; su regocijante humor autoirrisorio y la apostura de Tom Hiddleston como Loki en Thor; el desfile de espléndidos actores secundarios y ese fabuloso pastiche visual del cine musical de los 40 en Capitán América), sus secuelas han sido terribles. Agotada la novedad de presentar el origen del personaje, las continuaciones no sirven más que de meros excipientes-pretextos para otras secuelas más (de Los Avengers y de las propias sagas individuales) que se sucederán hasta el fin de los tiempos.El caso de Capitán América: el Soldado del Invierno (Captain America: the Winter Soldier, EU, 2014) es típico de esta tendencia ya anotada. Los hallazgos de la primera película se agotaron por completo en la secuela. Por ejemplo, visualmente hablando, la película no tiene un solo elemento que la distinga: acaso el único momento a notar de su puesta en imágenes es el ataque que sufre Nick Fury (Samuel L. Jackson) en las calles de Washington y párele usted de contar. En cuanto al manejo del reparto, si en el episodio inicial de Capitán América teníamos a Tommy Lee Jones, Stanley Tucci o Hugo Weaving descontando admirablemente su salario, en la secuela está un blandísimo Robert Redford instalado en la pura hueva, explotando su pasado como icono del cine liberal gringo de los años 60/70 y asegurándonos, por su sola presencia, que él es el verdadero villano de la cinta y no el intercambiable Capitán Invierno de Sebastian Stan, una variante de Bane cuya identidad "secreta" se descubre de manera inmediata y sin necesidad de haber leído un solo cómic.La historia, hay que aceptar, tiene su filo, por más que sea incapaz de llevar muy lejos la tenue provocación de su premisa. Sucede que Hydra -la siniestra organización peor que el Partido Nazi que fue derrotada por el Capitán América en el primer filme- sigue vivita, coleando y actuando en territorio americano. Es parte no solo de SHIELD, sino que ha extendido sus tentáculos por toda la élite política y económica estadounidense. Por lo tanto, esta vez, en la mejor tradición del cine liberal gringo -el original de los 30/40 o su variante paranoica de los 60/70-, el Capitán América no solo tendrá que enfrentarse a los malosos de siempre, sino también tendrá como tarea herculeana limpiar a las pervertidas instituciones del gobierno que mienten, ocultan y toman decisiones que no les corresponden. Es decir, el Capitán América como el ciudadano común y corriente que necesita comprometerse y movilizarse -bueno, Steve Rogers no es tan común ni tan corriente, pero esa es la idea.El anterior es un discurso político más que pertinente, sin duda, pero todo este planteamiento liberal se va al caño en el desenlace, cuando una muy salerosa Black Widow (Scarlett Johansson) le dice a cierta comisión del Congreso americano que, pues sí, con la pena, pero SHIELD sí ha hecho mucho mal, que estuvo penetrada por Hydra, que sus compañeros de SHIELD y ella misma la han regado pero que, ni modo, el gobierno y el pueblo los necesita, así que se van a aguantar y que a ella nadie le pone una mano encima. Y, claro, tratándose de Scarlett Johansson, ni quien se anime.A propósito de Johansson: se trata de la primera película de la serie Marvel en la que una mujer ocupa un lugar preponderante pero Miss Johansson, con todo y el innegable talento que tiene, no puede brillar demasiado cuando no tiene gran cosa qué hacer y, peor aún, cuando tiene frente a ella a un Chris Evans que, muy en su papel de impoluto y aburrido héroe americano de otra época, no es capaz de verla un solo momento con interés romántico/sensual/sexual. ¿Qué, Steve Rogers está cieguito? ¿O será que nomás tiene ojos para su amigocho del alma, el Soldado del Invierno?

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