Cuando la gente sabe que te gusta disfrutar de la buena compañía entorno a una mesa, y además se enteran de que escribo en este blog, instintivamente suelen preguntarte - ...y ¿conoces casa fulano?,¿no?, pues tienes que ir, porque está genial, unos calamares de muerte...- y claro uno es fácilmente sugestionable, y enseguida se emociona con estas cosas. Así que para no olvidarme abro mi google maps y marco con una banderita "quiero ir" para el sitio en cuestión. El mapa se me está yendo de las manos, porque los sitios son muchos, y la cartera poca, pero bueno, ahí queda la información para cuando haga falta. Uno de esos sitios destacados, era Casa Kilo en Quintes, en el desvío hacia Playa España, junto a la iglesia. Nació en 1942 como muchos restaurantes a modo de chigre-tienda, y hoy por hoy, al cargo de la misma familia, ha evolucionado hacia el precioso restaurante que podemos visitar, y sin perder ese punto de chigre que le da la zona de sidrería.
Dispone de un amplio aparcamiento y de zona amplia y segura para que los más pequeños puedas disfrutar a sus anchas. Además de la parte de sidrería, dispone de un comedor intermedio, y de otro posterior, muy agradable, con grandes ventanales y muy acogedor. También dispone de una zona exterior y de terraza, en la que disfrutar del aperitivo o de la sobremesa. Realmente un sitio muy guapo que un buen día puede hacer las delicias de cualquiera.
La carta no es enorme, pero está bastante bien surtida y equilibrada para satisfacer cualquier paladar, aunque sin duda es un lugar en el que destacan los productos del mar. Entrantes, platos de cuchara, ensaladas, mariscos, carnes y pescados e incluso arroces por encargo. Nosotros en esta ocasión optamos por pescados, y concretamente por la lubina, a la que añadimos ventrisca, que estaba fuera de carta. En ambos casos preparada al horno.
De entrante unas croquetas y unas llampares. Las croquetas estaban ricas, muy cremosas, pero faltas de sabor. Las llampares estaban buenas, con la salsina para estar mojando un buen rato.
En cuanto a los pescados, la lubina muy buena, acompañada de patata y de macarrones, tradición de la casa, que quedan impregnados del aceite del pescado y bien podría comerlo al día siguiente con un par de latinas de algo que tuviera por casa, y apañar una comida de forma sobresaliente. El bonito rico, con su ajito y con patatas. Con buen punto, poco hecho por dentro, pero frio.
En cuanto a los postres, pude probar la tarta de nueces, rica, una mus de chocolate que no me dio más y tarta Gijonesa que si bien sabia a turrón, me parecía que le faltaba intensidad y le faltaba algo más de requemo por encima.
Para beber sidra DOP Val de Boides del llagar cercano de Castañón y agua.
El precio por pareja de adultos, teniendo en cuenta que cuatro niños pequeños comieron y no se les consideró en la división, fue de 85 euros. ¿Caro? Sí, es caro, aunque es cierto que la calidad de la comida es buena. También es cierto que el pescado suele incrementar mucho, pero lo que si me parecen caro son algunos postres.
La atención es perfecta en todo momento, gente muy amable y buen servicio, atentos por los críos y muy bién. A los cafés nos invitaron.