Revista Vino
En la noche del pasado viernes nos reunimos unos cuantos amantes del vino para asistir a una gran sesión. Cata vertical, bien que segmentada, de dos de las etiquetas emblemáticas de una de las bodegas cooperativas de mayor prestigio en España, el Celler de Capçanes. La cosa tenía su mérito porque de alguna de las botellas elegidas quedan apenas seis ejemplares en el Cementerio de la bodega. El celler hizo un esfuerzo generoso y la Vinacoteca (con Àlex al frente) puso una organización perfecta, siempre atenta a los detalles, amable con la gente, generando información y propiciando un buen debate. Me gusta cómo hacen las cosas y me siento cómodo allí: sin pretensiones ni tonterías y al quite de cualquier cosa que puedas necesitar. Tenía yo grandes expectativas con alguno de los vinos de la noche, sobre todo de las cosechas 2001, 2004 y 2009. No salí defraudado en absoluto. Al contrario: me fui con la clara idea de que lo que encuentre de Capçanes del 2001, lo compraré. Y si tuviera dinero, me agenciaba con unas cajas de Cabrida 2004 y 2009 para que duerman la noche de los justos unos pocos años (sobre todo el 09).
Como no lo tengo, me conformo ahora con explicar cómo disfruté de las botellas que abrió y explicó a la perfección, con simpatía y muchos datos (incluso de detalles preciosos del día a día de la vida del celler), Xavier Castellet. Me gusta mucho el vino kosher de Capçanes. Tanto el Flor de Primavera como el Flor de Flor de Primavera (un Cabrida kosher, para entendernos, que tienen que buscar sin dudarlo). En la sesión, el protagonista fue el Flor, un ensamblaje básico y proporcionado, aunque en cada cosecha varía un poco, de garnacha y samsó, más un variable de cabernet sauvignon. Los vinos kosher siguen una muy estricta norma, aplicada por un rabino especialista (en este caso, David Libersohn), para que puedan ser consumidos por los practicantes de la religión judía. Lo que aquí interesa es bien sencillo: la práctica en el campo es ecológica y aunque no estén certificados, no pueden usar ningún pesticida ni herbicida ni tratamiento sistémico en los viñedos que darán la uva para el vino kosher. En cuanto a la bodega, no hay novedad: además de un muy estricto control (lo que es kosher, sólo se manipula bajo el control del rabino Libersohn), muy largas maceraciones a temperatura controlada, remontados diarios, doce meses en barrica kosher de primer o segundo año (cada vez más francesa y menos americana, aunque en 2001 debían estar aún al 50%), clarificación con claras de huevos kosher (ni pico de gallo ni huella de sangre) y reposo de tres meses en depósito de acero antes del embotellado.
Es el vino que ha puesto en el mapa al Celler de Capçanes. No se si es injusto porque es así por valores que poco tienen que ver con la tierra, pero es así. Hay Cabridas, por ejemplo, que se cuentan entre las mejores garnachas del mundo, pero se han colado en el mercado internacional casi a rebufo del Flor de Primavera. Ahí están los dos, ¡es lo que cuenta! Flor de Primavera 2001 resultó de lo mejor de la sesión. Una añada que lo tiene todo, madurez, buena fruta, equilibrio, lluvia y fresco cuando tocaba, calor en su momento...Una gran integración del vino con la madera, aunque en la primera media hora domina ésta. Después sale la fruta. Cacao, pimienta negra, mentolados, una personalidad arrebatatadora, fragante, naranja confitada, con garra y finura al mismo tiempo. Un gran vino. 2002 fue una cosecha más desgraciada, con mucha lluvia, fresco, poca diferencia térmica entre el día y la noche. ¿Lo mejor? Que la botella refleja muy bien cómo fue la añada. Un vino fresco pero con cierta atonía aromática, tanino redondo en boca y más fruta fresca, aunque plana, en nariz y boca. 2003 fue el año de los grandes, extremos calores, que Capçanes vivió mal. Bloqueo en las cepas, maduración irregular de la uva, mucha selección y no demasiada calidad. Uva pasa en primera instancia, alcohol punzante, vegetales como el ciprés, regaliz y cierto aire animal que no me disgusta. A pesar de todo es un buen vino, incluso con cierto frescor aunque el tanino de la madera, muy secante, se note desgarrador porque ésta tuvo que emplearse a fondo. 2010 es todo lo contrario, y más tras un 2003. Exhuberancia de una añada fresca, muy fresca, carga frutal enorme, cereza picota, casi violetas, y una garnacha que domina el panorama del vino más que en otros ensamblajes. Es como estar ante la puerta de chiqueros y que te salga de golpe el mogollón. Un vino para disfrutar ya porque no creo que sea de larga vida.
Cabrida, y así lo refleja la etiqueta, es de viñedos muy viejos (entre los 85 y los 105 años) que fueron pasto literal de las cabras en los años de depresión de la comarca, años 50 a 70 del siglo XX. Incluso se comieron la madera...hubo que luchar mucho para recuperar esas tierras, pero se hizo y Cabrida, monovarietal de garnacha, empezó su vida en el mercado en 1996. La garnacha, a 500 metros snm, procede de suelos que actúan diversamente sobre la cepa, arcilla, granito, llicorella. Maceraciones de 28 días con gran diversidad de técnicas: depósitos abiertos, lagares, tanques. Inicia la maloláctica en tanque y la finaliza en madera siempre francesa (Nevers y Allier, de tostado medio). Tres meses de reposo, con ligero filtrado, en acero antes de embotellar. No estaba en la cata pero yo tengo en mi cabeza botellas de 1998, 99 y 2001 de este vino que me harían llorar de felicidad si las repescara. Cabrida 2003 se mostró bastante similar a su primo del Flor, aunque sin trazas de uva pasa. Tiene más fuerza, más potencial de fruta todavía por desarrollar y un tanino de la madera que todavía no se ha integrado del todo con el vino. 2004 fue, en mi opinión, el mejor de la noche junto con su hermano del 2009 (más por futuro que por presente) y su primo del Flor 2001. La fruta se percibe mejor en boca que en nariz, pero tiene un gran volumen. Es un vino muy garnachero, ya me entienden, para un perfil de friki de esta uva. Yo soy de esos...Tomillo, tabaco maduro en hoja, incienso, sarmiento, tiene recorrido y se afinará con más años. 2005 mostró un perfil mucho más discreto para mi gusto, más apagado y con unos taninos en boca rústicos y algo agresivos. 2009 fue una añada dura y cálida, con grandes oscilaciones térmicas y que pide paciencia para sus vinos. Quien la tenga, se verá recompensado...años hacen falta pero se le intuye ya a primer golpe de nariz, un potencial de fruta combinado con la mina de grafito, que no mostraban sus hermanos. La presencia de la maloláctica es muy notable todavía (ácido láctico por integrarse), pero su frutosidad y su profundidad podrán con todo, creo. Años para que un gran vino se exprese. Ningún secreto, ¿verdad? Fue una buena noche, sin duda, provechosa y feliz, gracias al Celler de Capçanes y a los amigos de la Vinacoteca.