Primera tarde de toros de la temporada. Ambiente. Bares llenos. Ni una mesa para comer. Gitanos que van a ver a Morante -ahora que ha confesado que lleva sangre gitana, parece que sacan pecho; no se preguntan por qué lo ha había ocultado-. Morantistas. Y moristas. Algún que otro cidista. Pocos.
El sábado no se llenó la plaza: tres integrantes del G-10 sólo lograron llevar a los tendidos a siete mil y pico almas en una ciudad de más de tres millones de habitantes. Algo están haciendo mal. Ellos, la empresa o quien sea. Yo no: pasé por taquilla (30 euros por ver los toros desde el gallinero, tócate el tacón) y cumplí con mi parte de fomento de la Fiesta twitteando lo que sucedía en el ruedo.
Primero de la tarde: "Tremendo Juan Mora. Él es la torería". Pero claro, aquí hay mucho morantista: "Ovación desde el tercio. La gente está fría y con el síndrome de Morante".
Y lo cierto es que el de La Puebla se abre del capote en el segundo y se me quitan las penas: "Las verónicas de Morante son para quedarse a soñar en ellas". "Y si se pusiera la faja en la cintura y no en la cadera, sería el torero perfecto". "Morante se pide la música. Hombre, q Carabanchel hace tiempo q dejó de ser un pueblo". Otra ovación.
Tercero. "Escandalera. El toro va a la rastra y el presidente lo deja en el ruedo. Claro, con la crisis hay que ahorrar en sobreros". "Bronquita para El Cid. Flojita, como la corrida".
Cuarto: "¿Dónde se ha dejado los pitones este toro?". "La tarde se torna plúmbea. A ver si ahora Morante se anima y torea en calé".
Parece que me oye. Y además, juega con el público a favor: "La gente está amorantada. ¿Quién los desamorantará?". "Temple de Morante en el toreo en redondo". "Dos naturales inmensos y la plaza en pie". "Salió el duende de Morante. Le piden que lo hagan con el toro de verdad". "Le van a dar hasta el toro para que se lo lleve de recuerdo".
"Juan Mora pide el sobrero. Gesto de torero antiguo".
Sexto. "El Cid replica: él sabe torear largo y con hondura como pocos". Pero de ahí a las dos orejas va un abismo. Y de la vuelta al ruedo del toro ya ni hablo.
Toro de regalo. Juan Mora, firme. Con los pies atornillados al suelo. Jugándosela cuando no había por qué. Pero aquí lo que se lleva no es la torería, sino el barroquismo. Un miligramo de duende vale más que una tonelada de saber estar. Es la ley de la proporción torera.
P.D.: Ayer Javier Bocanegra dedicó su programa "Los Toros" en Radio Jerez a los Twitter-taurinos. Allí hablamos desde Pablo Hernanz hasta Pablo García-Mancha, pasando por Milinko, Tendido Sur, Verdeguer, JFBayona y una servidora. Iniciativas como éstas son las que fomentan la afición. Darle voz a la gente que paga. Escuchar. Pero mientras se siga haciendo las cosas como en el siglo XIX, el toreo tiene las tardes contadas.
Fotos: Javier Arroyo.