(EFE, Varsovia, 01/05/2011)
Los 13 grados centígrados de temperatura que se registraron en la mayor parte del país, no fueron impedimento para que miles de polacos siguieran la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II a través de pantallas gigantes colocadas en las principales ciudades.
Miles de polacos cubiertos con impermeables y paraguas presenciaron hoy la beatificación de su papa, Juan Pablo II, a través de las pantallas gigantes situadas en las principales ciudades de Polonia, donde el pontífice no sólo es símbolo religioso, sino también ejemplo en la lucha por la libertad.
La lluvia y el brusco descenso de las temperaturas, con unos 13 grados en la mayoría de zonas del país frente a los 23 registrados ayer, no impidieron que Polonia se convirtiese en el segundo escenario de la beatificación de Karol Wojtyla, en una jornada de fiesta en la que las banderas polacas y del Vaticano ondearon juntas en las calles y en la mayoría de edificios y balcones.
Varios miles de personas, sobre todo trabajadores y jubilados, se concentraban desde primeras horas de la mañana en una céntrica plaza varsoviana, la misma donde en 1979 un recién elegido Juan Pablo II celebraba su primera homilía en Polonia y pedía a sus compatriotas valor en su camino hacia la democracia.
Hoy sólo quedaba aquel “papamóvil” en el que el Pontífice recorrió las calles de esa Varsovia aún ahogada por el comunismo, aunque Wojtyla seguía presente en los fieles que, protegidos con sus capuchas y bufandas, atendían con paciencia a las pantallas habilitadas.
Con motivo de la beatificación el “papamóvil” volvió otra vez a circular por las calles de Varsovia, ahora una ciudad completamente distinta a la de esa primera visita, donde siete años después del ingreso de Polonia en la Unión Europea (UE) se percibe una mayor secularización de la sociedad.
Aún así la esperada beatificación fue incluso capaz de eclipsar la celebración del día del trabajo, una festividad importante en el país centroeuropeo que, sin embargo, veía hoy como la tradicional manifestación obrera de la capital se suspendía por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial para no restar protagonismo a la subida de Juan Pablo II a los altares.
En Cracovia la asistencia a la retransmisión de la beatificación ha sido mayor, y se estima que unas cien mil personas han acudido a la misa multitudinaria celebrada en el santuario de la Divina Misericordia, también bajo la lluvia y el viento frío que hoy hicieron olvidar la primavera en el país centroeuropeo.
El santuario guarda un frasco de sangre de Juan Pablo II, que hoy fue colocado en un relicario y mostrado a los fieles, extraído para una transfusión que nunca se realizó.
Wadowice, la localidad natal de Juan Pablo II, también fue otro de los escenarios de la beatificación del papa polaco, con la presencia del primer ministro, el liberal Donald Tusk, quien asistió a la misa y también siguió con atención desde las pantallas gigantes lo que sucedía en el Vaticano.
Para la mayoría de polacos Juan Pablo II es, además de un símbolo religioso y una autoridad moral, un símbolo de la libertad y de la lucha contra el comunismo, inspiración para el movimiento sindicalista Solidaridad, que con Lech Walesa a la cabeza forzó el final de la dictadura comunista en Europa Oriental.
Los cerca de 80 mil polacos que presenciaron en Roma la beatificación demuestran la importancia de Karol Wojtyla en la sociedad de Polonia, donde un 95 % de ciudadanos considera que lo sucedido hoy en la plaza de San Pedro es un capítulo “importante” para la historia polaca, mientras que un 75 por ciento opina que lo es para el mundo entero.
A lo largo del día varias ciudades polacas acogieron conciertos y otros actos en recuerdo de Juan Pablo II.
LECH WALESA: JUAN PABLO II HIZO EL MILAGRO DE DERROTAR AL COMUNISMO EN POLONIA (Roma, 04/05/2011, ACI Noticias)
El ex Presidente de Polonia y Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, recordó a Juan Pablo II como uno de los artífices de la derrota del comunismo en ese país y cómo con su ayuda esa nación pudo derrotar al régimen con las armas de la fe y la solidaridad. En un artículo publicado por L’Osservatore Romano en la edición del 4 de mayo, que es además parte del primer capítulo del libro “Sobre las alas de la libertad: Fe y solidaridad juntas hicieron milagros”, publicado en ocasión de la beatificación de Juan Pablo II, Walesa recuerda la situación de Polonia en los años 70s’ cuando el país era dominado por el comunismo y los grupos opositores eran pequeños y estaban desunidos.
“Al final de los años setenta, la oposición al régimen comunista en Polonia era muy débil: pequeños grupos de personas en las que siempre crecía el desaliento y la división interna, yo mismo, por pertenecer a ellos, estaba en licencia y tenía que proveer para cinco de mis ahora ocho hijos. ‘Necesitamos tanto, piensa como conseguirlo, haz las cosas’, me decía mi esposa Danuta que por cierto nunca obstaculizó mi actividad política: había entendido que lo que hacía era también para el futuro de nuestros hijos”.
En medio de grandes dificultades, “en aquel momento de gran debilidad, de desconfianza e impotencia, cuando todo parecía perdido, Dios vino a nuestro auxilio: el 16 de octubre de 1978 un polaco fue elegido Papa, un polaco de nombra Karol Wojtyla. Y luego de un año, apenas un año después, ese Papa vino a Polonia”.
Walesa no pudo ver al Papa porque las autoridades se lo impidieron, sin embargo recuerda con emoción que el 2 de junio de 1979 más de un millón de personas escucharon a Juan Pablo II en Varsovia y clamaron “¡Queremos a Dios, queremos a Dios!”
Luego de decirles que los abrazaba “con el pensamiento y el corazón”, el Pontífice dijo: “y grito, yo, hijo de tierra polaca y yo, Juan Pablo II Papa, grito desde lo profundo de este milenio, grito en la vigilia de Pentecostés: ¡que descienda tu Espíritu! ¡Y renueve la faz de la tierra, de esta tierra!”
Walesa precisa entonces que el Papa no incitó a la lucha armada sino a la lucha de la fe, “inmensa potencia de Dios”. “Ante el poder comunista estábamos como inmovilizados y aturdidos: en nuestros corazones una gran alegría había desplazado a la incertidumbre y al miedo, nos veíamos a los ojos unos a otros colmados por una esperanza nueva hacia el futuro, mirando a nuestro alrededor que evidentemente no éramos pocos y que se podía creer”.
A partir de ese día “fuimos testimonio y protagonistas juntos de la fuerza inquebrantable de la fe: pese a cincuenta años de comunismo en Polonia, un pueblo entero participaba en los encuentros del Papa, un pueblo entero comenzó a rezar y esperar”.
Esta actitud de la gente no le agradó a las autoridades que veían que su adoctrinamiento comunista no desterró la fe, recuerda Walesa y precisa además que sin el Papa nunca hubiera sido posible la experiencia del movimiento Solidaridad que lideró, el proyecto desde donde se marcó de manera pacífica el cambio para el país.
“Sin el Papa Wojtyla no habría habido la experiencia de Solidaridad, aquella experiencia única y tan potente de solidaridad de los hombres en lucha pacífica por la libertad que el mundo conoció cerca de un años después de la visita del Papa polaco a su tierra”.
Tras recordar que el gobierno desterró de las canteras las imágenes de la Virgen negra de Częstochowa y del Papa, Walesa refiere unas palabras de un líder a los operarios cuando la situación del país era complicada “¿Si esto es así, quién está contra nosotros? Si hemos iniciado esto en el nombre de Dios, vamos hacia delante con Él”.
Y así, concluye Walesa, “fe y solidaridad juntas hicieron milagros”.