Revista Vino
Vaya por delante que no he estado en el viñedo del que sale este extraordinario La Pell 2013. Pero la noche en que tuve la suerte de toparme con él (en compañía de otro vino muy especial, L'Espectacle 2012), entendí muy bien la insistencia de René Barbier cuando no para de afirmar que con viñedos como estos (los de La Pell o l'Espectacle) no hay más que acompañar. La máxima de Jules Chauvet hecha vino: si tu tierra está sana, si tus cepas están bien y han sobrevivido, pongamos por caso, 125 años (las de La Pell 2013 fueron plantadas en 1889), si tu uva entra en perfectas condiciones, deja al vino tranquilo, acompaña tanto como puedas pero no intervengas. O hazlo lo menos posible. Y acabarás teniendo joyas como la que intento explicaros hoy. Y entenderás por qué un vino como éste se llama La Pell, la piel: la piel de la tierra, la sensación única (cuando sucede) de que estás bebiendo la pureza destilada de la tierra en forma de uvas que se han transformado en vino.
Hoy como nunca lamento que un blog no tenga el poder mágico de transmitir sensaciones y aromas, texturas y emociones. Lo siento: por mucho que me esfuerce, sé que con la palabra no bastará. Hoy no. Así lo sentí cuando bebí este vino, así lo creo todavía hoy. Viñedos de 125 años bajo la influencia del Noguera Ribagorzana en el pueblo de Castelló de Farfanya (subzona del Segrià de la DO Costers del Segre). Bodega, Celler Lagravera, que trabaja en biodinámica desde hace unos pocos años y que encuentra en estas cepas escasas un tesoro que sabe comó tratar. Tierra de cascajos y de aluviones del río, que suaviza algo las temperaturas. En un mismo viñedo, garnacha tinta (mayoritaria), monastrell, mandó, trobat y otras variedades sin identificar. No conozco al detalle el proceso de vinificación pero intuyo máxima suavidad, mínimo trabajo con las pieles en la maceración (creo recordar que 15 días...), suave prensado. Levaduras indígenas. Madera de castaño. 14%, sin filtrar. La única mala noticia de este post...: la botella era la número 57 de 320...
Esencia de garnacha y expresión de la delicadeza es este vino. Mezcla de uvas, cruce de sensaciones y emociones. A ratos parece que te lleve hasta los vinos atlánticos del Salnés o del Loire. Y hay momentos en que te encuentras en el sur de la Borgoña (Rully, Mercurey, Givry). ¿Me estoy acordando ahora del mejor callet del mundo, entre Felanitx y Son Macià? Este vino contiene la verdad de la frescura, de la suavidad, de las violetas salvajes, de las primeras cerezas. Este vino es un campo de amapolas en tus ojos y en tu paladar, es una primavera que explota en tu cuerpo y recorre tu piel con guante de seda roja. Expresión de la fruta, expresión de la tierra, expresión del saber hacer de las personas que han sido capaces de encontrar, de observar, de entender y de embotellar una lluvia de sensaciones como la que me invadió esa noche.
La piel de la uva, la piel de la tierra, la esencia del Segrià y dels Costers del Segre instalada en mí gracias a este vino. La esencia de las emociones que una copa te puede regalar está aquí. Es tiempo de regalos.
La foto es de Gerard Geli.