Por Daniel Dannery.
Margarita Cadenas arma su propia merienda de negros, derivando en un discurso neobarroco cargado de elementos claves para la comprensión de la historia presente, pero abordando el tema desde enfoques en apariencia cercanos, pero realmente equidistantes.
“Cenizas Eternas” se diluye en las visiones Filosóficas de Rousseau, Antropológicas de Oscar Lewis, y Sociológicas de Émile Durkheim; por nombrar algunos máximos representantes en cada materia. La mezcla de estos elementos, si bien pueden parecer a priori interesantes, se deshacen en un argumento débilmente impreso en un guión carente de inteligencia que subraya la simplicidad de lo obvio, convirtiendo el resultado final en un cuento angustioso para el espectador, que espera eternamente los minutos finales de la proyección.
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