Revista Vino
Las personas. La mirada de las personas es la que interpreta, conserva, transforma un paisaje con viñedos. Las decisiones de las personas son las que nos llevan a la copa un tipo de vino u otro. Cuando me di cuenta del tipo de respeto que los Romanos sentían por la Naturaleza y por el ciclo de las estaciones; cuando entendí que su símbolo más poderoso y eficaz para transmitir "deseo de inmortalidad" era, precisamente, el cultivo de la vid para poder transformar el mosto de sus uvas en vino, supe que esa acción, tantas veces mecánica, de tomar una copa de vino, era mucho más que el hecho de bebérsela. Era, también, acercarse a la Naturaleza, era defenderla y conservarla, era sentirla y transmitirla de una forma muy distinta a como lo había hecho hasta ese momento. Con el menor ruido e interferencias posible, con el máximo respeto hacia la estacionalidad y todo lo que ésta conlleva (lo que cada año nos trae), hacia la tierra y su expresión más libre y sincera. Mi actitud como bebedor cambió y el tipo de vinos que más me atraía, que más cosas me decía, también.
Entendí, además, que conocer a las personas que hacen ese tipo de vino allí donde lo hacen, transmitir su pasión y sus historias, era lo mejor que podía hacer para seguir conectado al sentimiento con que los antiguos se relacionaban con la Naturaleza. Es esa forma que, con la ayuda de gente como la que estuvo escuchando la charla y ahora la habrá, quizá, leído, nos ayuda a ser (todavía en vida) un poco inmortales y, sobre todo, más felices mientras bebemos sus vinos y vivimos su relación con el paisaje. Es esa forma respetuosa de hablar con la Naturaleza, de no imponerle nada y de escucharla mucho para intentar devolverle, a través de una copa de vino, una parte siquiera de lo que ella nos ha dado. Es esa manera ancestral y consustancial al ser humano, de sentirse parte de un todo natural que nunca muere porque siempre se renueva. Es esa manera antigua de ser inmortal hoy, que nos empeñamos en querer olvidar y que algunas personas, las que hacen los vinos que más me emocionan, me ayudan a recuperar, a entender mejor y a transmitir.
Postcriptum. Esta pequeña entrega por fascículos empezó el día 3 de junio. Han leído de forma directa los posts XXX personas (¡voy a poner la cifra en unos días!). Si sumamos a éstas las que pudieron estar en Ciudad Real (unas cuarenta como mucho), tenemos que, más o menos, unas XXX personas saben ahora qué vinos me gustan más y por qué. No es una cuestión de modas (todo el mundo habla del péndulo...hace 20 años todo eran barricas; ahora todo tinajas, y etc.), sino de actitudes y de criterio. Siempre he querido desligar mi manera de entender el mundo del vino, incluso de hacerlo y de conocer a quienes lo hacen como a mí más me interesa, de las modas. He intentado explicar una actitud ante la vida y ante el viñedo, que nace de la toma de conciencia de ideas y formas de pensar que están en la memoria común de quienes vivimos de verdad mediterráneamente (sea cual sea el lugar real donde nacimos o dormimos) desde hace por lo menos 2500 años. Ojalá más personas la compartan y, entre todos, consigamos hacer crecer esta sensibilidad. ¡Espero que hayáis disfrutado con la lectura!
Postcriptum II. Esta serie de posts está dedicada a todas las personas que hacéis los vinos que me emocionan, los que transmiten añada, variedades, terruño, personalidad, cultura. Sin interferencias, sin ruidos ni filtros, con la mayor autenticidad y pureza, con la menor intervención posible. No voy a dar nombres: sabéis quiénes sois. Y para mi suerte, seguro que yo, hoy, desconozco todavía algunos de vuestros nombres.