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En la Antigüedad, cuando un grupo de personas llegaba a una tierra nueva y quería instalarse en ella, buscaba una alianza con los elementos esenciales: con la luz y el aire; con el agua; con el fuego y la tierra. Cuando alguien llegaba a esa tierra nueva, tenía que vivir de ella y de su cultivo. Pactaba con los dioses: dadme protección y, a cambio, os ofrezco mi trabajo y algún producto emblemático de mi cosecha. Si cultivabas la tierra, si ella te daba los frutos que cada estación podía darte, si lo hacías con el espíritu adecuado y tu trabajo lo ofrecías a los dioses, llenabas de sentido y de contenido la palabra "cultura" que, en latín, significa precisamente eso: habitar una tierra, cultivarla y honrar a los dioses que la protegen (a tus dioses, a los que tú elijas...). Como consecuencia, te cultivas a ti mismo mientras haces lo anterior.
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