Revista Vino
En la vida está la muerte. Con la muerte recuperamos una forma distinta de vida. Nada se interrumpe, todo se transforma y la forma en que los Romanos lo manifestaban de una manera más íntima y natural era a través del ciclo de las estaciones y la estacionalidad de sus frutos. Especialmente, la vid, la uva y la fermentación que transforma la materia que llamamos mosto, en vida nueva, que llamamos vino. Así las personas, según Séneca, no mueren del todo porque se transforman en algo distinto. Así la vida que se manifiesta en la naturaleza a través de ciclos, que nunca muere del todo porque a un verano siempre seguirá otro. Y a una vendimia, siempre seguirá otra. Y a un vino, siempre seguirá otro. Y si hacemos las cosas de una forma culta, si respetamos la tierra y su fruto, si la honramos y honramos a los dioses que la protegen y nos protegen, si haciéndolo, nos cultivamos a nosotros mismos, también nosotros seremos algo "inmortales". Porque nuestro espíritu y nuestro trabajo permanecerá en ellos y se transmitirá a quienes disfruten con él.