Los charranes no suelen ser muy visibles en la migración prenupcial, con la excepción quizá del charrán patinegro. Su viaje de retorno desde las áreas de invernada en las costas y humedales africanos hacia sus áreas de cría en el oeste europeo debe ser muy rápido y directo, sin detenerse demasiado. Un claro ejemplo es el charrancito Sternula albifrons, que resulta escaso en migración otoñal pero es realmente excepcional en primavera.
Por eso me alegró el poder localizar hoy un ejemplar al mediodía en la playa de la Ribera en Luanco, poder disfrutar unos momentos de su precioso plumaje nupcial, con el pico de un brillante amarillo y las patas de un distintivo tono anaranjado.
Estuvo sedimentado unos pocos minutos, tanto posado en la orilla como en vuelo activo, cuando tuve ocasión de contemplar su forma de volar, rápida y nerviosa, tan distinta de los otros charranes.