José María Rodríguez Madoz, conocido como Chema Madoz, fotógrafo español, (Madrid, 1958). Inicia su formación en el centro de enseñanza de la imagen madrileña, además de cursar estudios de Historia del Arte en la Universidad complutense de Madrid de manera simultánea de 1980 hasta 1983. Entra en contacto con el mundo de la fotografía, de una manera podríamos decir que en esencia fortuita: "Mi primera cámara fue una Olympus, una cámara reflex de 35 mm, me deshice de ella con el paso del tiempo. Me la compré de una forma casual, se podría decir que casi absurda. En realidad yo quería comprar un equipo de música. Había estado ahorrando y cuando fui a comprarlo, el equipo había subido de precio y no me daba. Entonces me encontré con un dinero y no sabía que hacer con él." De hecho empleado en un banco eventualmente, no fue el prestigio y el paso del tiempo quien le permitió dedicarse y disfrutar económicamente en exclusiva a nivel profesional.
A mediados de los ochenta (1985), lleva a cabo la que será su primera exposición a título personal, bajo el patrocinio de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. De igual manera en 1988, la sala Minerva del Círculo de Bellas Artes de la capital, da lugar a un monográfico con la exhibición de su obra.
Posteriormente a principios de la década de los noventa, su carrera adquiere relevancia internacional al participar en la exposición: "Cuatro direcciones: fotografía contemporánea española", a cargo del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Mago de los tonos grises y oscuros, se presenta fiel a su estilo a lo largo de 30 años: "Con el color siempre puedes datar una imagen, pero el blanco y negro es más intemporal. Además, es una reelaboración de la realidad. Al carecer de color, las imágenes pertenecen a un territorio distinto que tiene que ver más con lo imaginario". Un estilo alejado y carente de figuras, poblado de objetos en todos los ángulos y direcciones posibles. "No tengo una relación especial o fetichista con los objetos. Es algo más amplio, es mi relación con la imagen la que me hace centrarme en el objeto y éste es una especie de medio que me permite contar mis propias emociones, mis propias sensaciones, ideas… Pero ha sido algo que he ido descubriendo con el paso de los años."
Elegancia, exquisitas texturas y narraciones oníricas evocan cualquiera de sus obras. Un universo propio, madurado a fuego lento, convertido a día de hoy en pilar y reflejo esencial de quien pretenda comenzar. "Mis imágenes son muy elementales, muy sencillas, pero hay en ellas algo de mecanismo de relojería, algo en el que la imagen está dotada de una especie de engranaje en el que una vez que te pones delante de ella arranca. Me gusta pensar que estas imágenes permiten diferentes tipos de lectura. Cuando tengo la ocasión de hablar con gente que ha visto la exposición o ha visto un libro puedo observar como lo interpretan de maneras radicalmente diferentes a partir de un mensaje muy elemental. Es algo tan elemental que permite todo un abanico de lecturas".
Reacio al tratamiento digital, acorde a sus palabras, el suyo es un uso puntual y evidente. Como curiosidad apuntar que ninguna de sus fotografías viene titulada, a fin de permitir una lectura e interpretación libre en sus posibles significados.
En toda su carrera ha expuesto en medio mundo, desde galerías y museos en Los Ángeles pasando por Tokio hasta recalar en El Cairo o Santiago de Chile. Además de contar en su haber con cerca de una decena de libros publicados,de los cuales cabe destacar: Mixtos (Chema Madoz, 1998) o Fotopoemario (Joan Brossa y Chema Madoz, 2003).
Entre los galardones recibidos, cuenta con: El Premio Nacional de Fotografía de España, el Premio Higasikawa otorgado en el Higasikawa Photofestival de Japón o el PhotoEspaña (concedidos en el 2000) y el Kodak (1991).