La tradición arranca en el siglo XV pero la consolidación llega en el XIX, cuando más de setenta colonias (cada una cultivaba entre 10 y 12 Ha de viñedo) en la Sierra Norte de Sevilla (alrededor de Cazalla de la Sierra, que, en efecto, no era conocida por sus vinos sino por sus anisados) gestionaban y producían vino en más de 700 Ha. Esta parte de la Sierra Norte llegó a tener su Cooperativa (Colonias de Galeón, precisamente, por la exportación intensa de su vino) en un hermoso y, hoy, ruinoso edificio (para la vergüenza de las autoridades responsables que no sabrán qué hacer con él…) fechado en 1907, de mampostería y estilo neomudejar. Julián y Elena se enamoraron de este paraje de suaves colinas (a 700 msnm) y cuando conocieron a fondo la tradición vitivinícola de la zona, decidieron asentar su bodega, Colonias de Galeón, y su pasión por la naturaleza aquí.
Fue en 1998 y en la zona apenas quedaban restos de cepas abandonadas y, eso sí, abundante ganado, ovejas, cabras, toros, vacas y marranos ibéricos, en un reino semisalvaje donde la jara y las aves rapaces eran las reinas. En esa fecha empiezan a plantar en una colina que mira al sur sobre un suelo de pizarra desmoronada y caliza, de cierta profundidad y que recoge muy bien las aguas de la lluvia (desde 2005 no practican el riego).
Amantes de lo natural con el menor aderezo posible, su querencia fue, de inmediato, hacia los vinos ecológicos. Les he visto crecer en el campo, con sus vinos, y en su intenso aprendizaje, y puedo asegurar que el viñedo es ya un magnífico vergel: no necesitan arar la tierra porque las hierbas del monte (su selección natural) y la beza y la avena que plantan ellos, les perforan y ventilan el suelo (pasan solo una máquina intercepas para abrir un poco la tierra junto a la cepa), les oxigenan y nitrogenan la tierra y, lo más importante para una colina de fuerte pendiente, les fijan el suelo para que las correntías de agua no les dejen sin viñedo…Impresiona ver cómo, con los años, las raíces de las cepas y las de las gramíneas, en acción conjunta con la lluvia y la erosión muy controlada, han acabado creando terrazas, bancales donde, de forma espontánea y sin que haya entrado bulldozer alguno, se asientan ahora sus hileras.
Plantaron variedades que se adaptaron bien a sus suelos, a la cierta altura y al gran contraste térmico entre el día y la noche, a pesar de venir de tierras bien distintas: cabernet franc, cabernet sauvignon, merlot, pinot noir, tempranillo y syrah, entre las tintas; y chardonnay y viognier entre las blancas (aunque algún experimento con palomino fino anda también en marcha…). Su “bread&butter wine”, el vino que les da de comer, vaya, es el Colonias de Galeón Maceración Carbónica, hecho con cabernet franc (50%), tempranillo (30%) y syrah. Es un vino de una calidad muy grande a un precio muy bueno también, su vino joven que, para mí, está a la altura, año tras año, de las mejores maceraciones carbónicas del país. Y sí, ¡se hace en la Sierra Norte de Sevilla! La base sobre la que asientan el resto de sus tintos es la cabernet franc. La que probé (en barrica) de la cosecha de 2011 tiene unos aromas sugerentes e intensos de mirto y también de cantueso, pimiento verde a la brasa, sí, y flor de violeta. Será un vino que, en sus ensamblajes (en el Silente, sobre todo, y tras su paso discreto por barrica), dará un trago largo y un sabor floral. De entre los blancos, me gusta la sutileza y ligereza de su Petit Ocnos 2011, un monovarietal de Chardonnay que ha hecho la fermentación maloláctica, con aromas suaves de mango, de cítricos y un paso muy sedoso por boca. De sus “experimentos” me quedo con uno de los que creo que llegará a las tiendas: un espumoso (segunda fermentación en botella, método champenoise tradicional) hecho con un vino base de pinot noir de gran calidad y fragancia. Llevará un tiraje de brut, es decir, un poco de azúcar, aunque me dejaron en el secreto de dónde lo sacarán. Cada maestrillo...