Una estrella de mar, en concreto, no es tarea fácil. Pero pocas cosas son imposibles para una gaviota, no en vano son aves que han prosperado gracias a su versatilidad, adaptabilidad o como quiera llamarse su habilidad para adaptarse al medio. El domingo pasado tuve una ocasión de comprobarlo una vez más. En el nuevo puerto de Luanco avisté una gaviota patiamarilla Larus michahellis con algo grande y amarillo en el pico. En ese momento contemplé dos opciones, podía ser un trozo de bocadillo o una estrella de mar; afortunadamente se trataba de lo segundo, una estrella de la especie Marthasterias glacialis.
La estrategia que adoptó a continuación la gaviota fue arrancarle uno a uno los brazos a la estrella para irlos devorando. Aquí la tenemos tragándose el primero de ellos y emprendiéndola a continuación con los cuatro restantes.
Aquí tenemos una pequeña demostración.
Tras arrancarle el segundo apéndice a la estrella, y una vez que a esta le quedaban sólo tres, la gaviota realizó el primer intento de tragársela entera.
Basta observar el abultamiento en el pecho para comprender que semejante bocado fue demasiado para la gaviota, con lo cual optó por expulsarlo de nuevo. Tras dejar al equinodermo sólo con un par de brazos sí fue capaz de deglutirla.
Tras completar el desayuno, y para pasarlo un poco más fácilmente, que mejor que un trago de agua salada. Creo que con un menú semejante ya es suficiente para todo el día, aunque la verdad es que no le envidio para nada la digestión.