Revista Pareja

Cómo fumigar recuerdos

Por Cristina Lago @CrisMalago

recuerdos de tu ex

Ha terminado la relación y todo se empeña en recordarte, una y otra vez, que todas las esquinas hablan de él, o de ella. Si se llamaba Telésforo, todos se llamarán Telésforo a partir de ahora. Si hicisteis un viaje juntos a la Cochinchina, la Cochinchina se pondrá de moda y empezará a aparecer como destino estrella en todos los anuncios turísticos. Si su grupo favorito era Queen, resulta que ahora Queen se han vuelto a juntar y no paran de hacer conciertos por todas partes. A menos que tu ex-pareja sea una cazatendencias del copón, estás sufriendo la ya clásica maldición de el mundo conspira para no olvidarle. 

No, no es cuestión de magia. Tu cerebro simplemente está en modo alerta para cazar cualquier detalle asociado con aquello que tratas de evitar. ¿Que no quieres café? Pues toma cien tazas.

Pero es que no sólo son sus cosas. Tu propio patrimonio emocional está contaminado por los fantasmas de su recuerdo. En el reparto imaginario de la custodia de tu memoria sentimental, tu ex parece haberse quedado con la mejor parte. Ya no son “tus” canciones, “tus” películas, “tus libros”, “tu bar”. Han pasado a ser “sus canciones”, “sus películas”, “sus libros” y “su bar”.

Y todo eso de lo que una vez disfrutabas y que considerabas algo tan íntimo y personal como una marca de nacimiento, queda marcado por el persistente aroma del desamor. Lo compartiste, lo hiciste también un poco suyo y lo disfrutabas más porque al verlo, al escucharlo, al leerlo o al visitarlo, te recordaba a él o a ella. No, si ahora también te recuerda. Para tu desgracia.

O bien renuevas por completo tu fondo de armario y cambias de gustos; o te pones las pilas y te armas con el equipo para fumigar recuerdos y dejarlos limpitos para su renovado uso y disfrute por parte exclusiva de tu persona.

¿Cuál es la mejor manera de fumigar recuerdos?

El motivo principal por el cual evitas escuchar ciertas canciones, ver ciertas películas, leer ciertos libros y acudir a ciertos lugares es el miedo.

Es lógico: tu autoestima anda por el fondo de las fosas Marianas, las heridas están abiertas y frescas y el miedo te está avisando de que no estás lo suficientemente preparado como para arriesgarte a situaciones que te puedan traer más dolor. Hasta ahí, bien.

¿Qué pasa si superas el miedo y abres esas puertas que mantienes cerradas? Que te darás cuenta de que ese miedo es mucho peor que lo aquello de lo que te protege.

Si quieres recuperar tu mundo, lo que te gusta, lo que te llena y te hace feliz y lo estás evitando porque te recuerda a tu ex, deberás enfrentarte a ello. Si es una canción, escúchala hasta que te lloren los oídos. Si es una película, vuelve a verla. Si es un lugar, no lo evites. Sólo así los objetos, que no son más que objetos, abstractos o materiales, dejarán de estar contaminados por la dolorosa presencia de su ausencia y volverán a ser aquellos que ya existían y te hacían feliz antes de que tu ex siquiera fuese un proyecto de zigoto en tu vida.

No olvides que, ames a quien ames, tus placeres siempre serán insobornablemente tuyos. No los destruyas: rehabilítalos.


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