Revista Arte

Con Calder

Por Camilayelarte @camilayelarte
Con Calder
A menudo los pequeños detalles de la vida cotidiana, la rutina y el día a día que se desarrolla en un taller pueden hacernos entender mejor la obra de un artista. Los libros de testimonios que hablan de artistas ofrecen particularidades que ningún texto crítico puede alcanzar. En el caso de Daniel Lelong el placer de su relato es doble porque entró en contacto con Alexander Calder antes de convertirse en galerista, mientras ayudaba a los Maeght en los entresijos legales para la creación de su Fundación. Lo que Lelong transmite es lo que cualquier amigo que nos quiera podría contar de nosotros. Desde la alegría que transmitía la decoración de su hogar, a base de blancos salpicados por el color de los objetos personales y los ovillos de lana de su mujer, Louisa, hasta el modo en que disfrutaba de la comida o se refería y entendía sus objetos, como a él gustaba llamar a sus obras.
Sobre hasta qué punto los museos y el sistema del arte trata de enlatar la creación artística, lo intuimos al descubrir que Calder dejaba que el público tocara sus obras y estaba en contra de repintar las mismas una vez los colores por efecto del ambiente o de las cacas de paloma habían cambiado su color original. Escribo esto tras pasarme una mañana visitando Art Basel y haberme hartado a mirar Calders sin duda alguna de un modo distinto a como lo había hecho hasta ahora, es decir, buscando en ellos los restos de caca de paloma...
Daniel Lelong, Con Calder, Ed. Elba, 2012. Precio 8,50 Llibreria Catalonia

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