¿Te gustan los retos? ¿Crees que para enamorar a alguien hay que luchar y poner toda la carne en asador? ¿Te aburren las conquistas fáciles? ¿No aceptas un no por respuesta? No confundas conquistar con convencer.
Piensa en las películas románticas con las que hemos crecido. La damisela tímida, pero persistente, que finalmente se hace con el amor del guaperas que sólo sale con supermodelos; el esforzado chaval que realiza una serie de ímprobas gestas para llamar la atención de la chica dubitativa que se lo pone imposible. Richard Gere quemando la Visa Platino para conquistar el mercenario corazón de Julia Roberts en Pretty Woman; Dany Boom aguantando auténticas agresiones de su amada Diane Kruger en Llévame a la Luna; Renée Zellweger aguantando carros y carretas del compromisofóbico Tom Cruise; o Ben Stiller enfrentándose a todo tipo de indignidades para poder acceder a la solicitadísima Cameron Diaz en Algo pasa con Mary.
Si hiciesen una película sobre dos personas que se conocen, se gustan e inician una relación sin más, sin duda, no tendría demasiado éxito. ¡Qué aburrimiento! ¿Dónde está el conflicto?
En el cine aparecen muchas cosas que, hoy por hoy, no llevamos a la vida real. Volar con capas rojas, viajar en el tiempo, luchar con dragones, secuestrar a presidentes de los Estados Unidos o teletransportarnos al planeta X-Pythón.
Luchar por conquistar a alguien, perseguirle, porfiar, convencer, no aceptar un no por respuesta, insistir…probablemente sea tan poco auténtico como todo lo anterior, pero la diferencia está en que esto sí podemos hacerlo.
Que alguien esté contigo porque le gustas tú y tu forma de ser, es un buen comienzo para construir una relación.
Pero ¿qué sucede cuando no le gustas a alguien y pretendes compensar esto conquistándole? Veamos:
A se interesa por B.
B. no le corresponde o se muestra indiferente.
A. empieza una campaña napoleónica para conquistar a B.
B. finalmente cae rendidamente enamorado/a.
A. se “relaja” y empieza a pasar de la relación.
B. se frustra. Discute, reprocha y reclama. Intenta reconquistar a B.
La relación se convierte en una lucha de poder. Cuando me das lo que necesito, estoy bien. Cuando me lo quitas, estoy mal y opero para que vuelvas a dármelo.
¿Cuántas relaciones conoces o has tenido que se mueven con esta dinámica?
Conquistar nunca significa convencer. La mejor manera de conquistar es darse a conocer, proponer, abrirse, obrar con transparencia, ser uno mismo y retirarse con dignidad cuando los sentimientos no se ven correspondidos. No esperar que llenando a la otra persona de llamadas, atenciones, regalos y favores vaya a enamorarse del ser humano real que hay debajo de todo ese teatrillo.
Obviamente, la autoestima tiene mucho que ver con todo esto. Cuanto menor sea esta autoestima, más nos empeñaremos en deslumbrar, persuadir y avasallar al otro con nuestro show de variedades amorosas. Porque si el objetivo es difícil, conseguirlo significará que somos mejores que otros.
Bajo el autoengaño, sólo subyace una realidad. Si no gustas, no gustas. Pueden agradar, incluso enganchar, tus atenciones y ofrendas, pero ¿qué clase de valor te estás dando si necesitas todo esto para atraer a alguien?
Las buenas relaciones se elaboran desde un plano de amistad, intimidad reciprocidad e igualdad. Las conquistas, para las películas, en el mismo apartado que los dragones, las naves espaciales y los hombres que vuelan con calzoncillos y capas rojas.
He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro. (José Saramago)