Las críticas de Óscar M.: Contagio
El regreso a las carteleras de Steven Soderberg viene acompañado de una nueva variante del tipo de cine que se hizo famoso durante los años setenta: el cine de catástrofes plagado de super estrellas. En esta ocasión, la madre naturaleza expone a la raza humana a un nuevo y potente virus que amenaza con acabar con toda la población, sin embargo, los propios humanos son más peligrosos que el virus.
Soderberg rueda la película con un estilo cercano y realista, intentando darle ritmo a un argumento lento, pero que se desarrolla sin descanso; para ello utiliza (con gran acierto) continuas elipsis musicales en las escenas más importantes de la trama, lo cual, aunque pueda parecer un error, poco aportaría argumentalmente si estuvieran montadas tal y cómo se rodaron originalmente.
Sin embargo, al final, la película queda como un telefilme con un gran presupuesto, principalmente por el desarrollo y la resolución final, no así por los actores o las interpretaciones. Dejando en el espectador una sensación de producto inacabado y de ser menos espectacular de lo que promete, quedando como excesivamente intimista.
El director prefiere centrarse en las interpretaciones de los excelentes actores que intervienen: Gwyneth Paltrow, Kate Winslet y Marion Cotillard aportan profundidad a la película, sin desmerecer el trabajo de Laurence Fishburne, Jude Law (y su diente falso) o (el nuevamente obeso) Matt Damon. Además, como venía siendo habitual en las películas de catástrofes, el reparto principal está acompañado por una gran cantidad de actores secundarios de segunda fila o de televisión, siendo un particular juego durante la proyección descubrir en qué series han aparecido con anterioridad.
A pesar de la corta duración de la película (apenas llega a una hora y cuarenta y cinco minutos) se hace innecesariamente pesada por su falta de ritmo, aunque a su favor, y a pesar de ser altamente expositiva, es evidente que no cae en la redundancia o el hastío de la introducción de personajes; de hecho la mayoría ni están presentados y las relaciones entre los personajes tienen que ser descubiertas por el espectador conforme avanza la trama.
Argumentalmente, y sobre todo en su parte final, sufre una resolución precipitada y casos como el del personaje del Marion Cotillard o el de los vecinos del personaje de Matt Damon, quedan sin explicación. Sin embargo, todo el desarrollo central de la infección, explota muy bien el miedo del ser humano a contagiarse y su reacción violenta e incívica, que no es más que una muestra de su inseguridad, terror y miedo a la muerte.
Por otra parte, refleja de manera evidente y descarada que el verdadero virus de la raza humana son los propios humanos, quienes, con su avaricia y codicia, conseguirán acabar con sus iguales: con sus clasificaciones por estamentos, sus grados de prioridad o con la oportunidad de obtener un beneficio económico (o sanitario) mediante el sufrimiento de otros. De lo que se deduce la idea fundamental de la película: los economistas acabarán con el mundo.
Esta idea recorre todo el argumento mostrándolo a través de diferentes personajes, algunos simpatizarán más con el espectador que otros, pero, en definitiva, todos son unos oportunistas que desean sacar tajada del asunto. Los paralelismos explícitos con el virus de la Gripe A, las implicaciones de las industrias farmacéuticas y su posible cura, reafirman esta idea, pero no se detiene en exceso para no convertir la película en una denuncia social muy evidente.
Visualmente es más colorista en sus inicios (y en los flashbacks) que en su desarrollo, siendo éste bastante frío, con colores pálidos y azules, que ayudan a transmitir una sensación de soledad e inseguridad; para ello también utiliza (acertadamente) la estación invernal, con continuas lluvias, nevadas y actores abrigados, que consiguen deprimir y desmoralizar al espectador, tanto como hace el propio invierno.
Además, expone, sobre todo al principio del contagio, las innumerables fuentes y posibilidades de infección que corre el ser humano diariamente; así consigue crear en el espectador una sensación de pánico y vulnerabilidad que quedará en su mente una vez abandone la sala, y que es, en el fondo, la base del guión.
Fundamentalmente es una crítica y una llamada de atención a la sociedad actual, claramente estructurada en forma de pirámide donde unos pocos (militares, gobernantes o farmacéuticas) pueden manejar, controlar y decidir el destino de cientos de millones de personas y donde las bajas (necesarias, para ellos) no son más que un número. Una sociedad enroscada y atrapada en la burocracia, donde el beneficio prevalece sobre la solución.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.
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