Revista Opinión

Contestando a mi amigo Antoni Torres:

Publicado el 25 mayo 2012 por Romanas
Contestando a mi amigo Antoni Torres:
De vez en cuando, muy de vez en cuando, casi nunca, recibo un comentario como el que transcribo a continuación. Y lo hago, porque en él, se da cumplida respuesta a varios de los interrogantes que me he planteado algunas veces.
Tengo instalados 3 o 4 contadores de visitas y por ellos compruebo que casi nunca bajan de 100 mis visitantes y, como vdes. saben son  muy pocos los comentaristas.
Alguna vez, he expuesto ya por aquí, mi idea de por qué sucede esto. Y lo que dice literalmente mi amable comentarista de hoy lo corrobora. Mi trabajo diario es un considerable esfuerzo, por la ingente cantidad de energía que consume, por la escrupulosa exactitud que trato de imprimirle, por las horas de estudio que dedico a su preparación. Trato de que el texto no supere los 2 folios, pero pocas veces lo consigo porque mi método es analítico, no descriptivo. En realidad, lo planteo como una especie de demostración matemática, todo lo exigente que yo puedo conseguir.
Entonces, no es fácil penetrar en ese mundo de un razonamiento silogístico puro, porque un discurso así agota realmente la materia, si uno escribe 2+2=4, ¿qué más se puede decir? 
Nuestro buen amigo, porque lo es de verdad, ya que piensa exactamente igual que nosotros, el 99'99 % según él, nos lo dice casi literalmente: “Hace meses que le leo e incluso diría que espero con verdadera ansiedad sus puntuales post, he de decirle que coincido en lo que usted dice en un 99,99 % de lo que dice, quizás por esta razón hasta hoy ni siquiera he tenido necesidad de comentar o debatir alguno de ellos. Mas bien los uso para mejorar mi argumentación en los inevitables debates a que me veo sometido por no aceptar este canalla y miserable, como diría usted, pais en que nací”.
Pero mi post de hoy sobre Guardiola le ha hecho romper su aquiescente silencio. Él, como Guardiola, no se ha sentido capaz de aguantar más este terrible ambiente que nos rodea y ha aprovechado su matrimonio con una colombiana, para emigrar a allí e intentar rehacer su vida, lo que no parece fácil, pero sí que ese intento va a producirse en unas mejores condiciones ambientales desde el punto de vista político.
No quisiera parecer ventajista porque creo que no lo soy. Pero les diría a mis entrañables Futbolín y Joan Martí que este hombre, nuestro Antoni Torres, es un paradigma de uno de los términos de una correcta relación marxista, puesto que se siente portador de una mala conciencia, piensa, y dice, y ha sido mi texto el que le ha hecho sentirse aludido, que él se ha portado tan cobardemente como Guardiola por haberse ido de aquí, en donde se libra la batalla sobre el destino de todos los españoles.
Y es verdad absolutamente. Hace ya algún tiempo, Arturo González, con el que tengo tan poco en común que no le leo, se despidió de su actual blog en Público por, dijo, desavenencias con sus comentaristas y porque se aburría con ellos. Yo le escribí una carta abierta diciéndole que no me parecía de recibo una actitud así en un tío que se declaraba de izquierdas porque lo que hacía era realmente una deserción en medio de la batalla. Un tío de izquierdas tiene que luchar hasta el último aliento por aquello en lo que cree y, si no lo hace, es simplemente porque no es de izquierdas.
No voy a ser tan presuntuoso para pensar que el tal Arturo no lo dejó por mi carta. Pero a todos a quienes me dirigí en el mismo sentido, siendo todos ellos esencialmente diferentes entre sí, no menciono sus datos por si les molesta, no se fueron de aquí, del debate abierto en internet, sino que continuaron aquí, dando el callo, con mayor o menor  efectividad, con mayor o menor audiencia, es igual, porque la obligación se cumple viniendo por aquí, a escribir, a debatir, todos los días, se tenga o no eco.
Lo que no se pude hacer es marcharse a Nueva York o a Colombia. Si se puede materialmente, si la situación familiar no se ha hecho absolutamente insostenible, uno debe de seguir aquí, luchando con uñas y dientes porque todo aquello en lo que uno cree y por lo que tanto lucharon aquellos que nos precedieron hasta la sangre y la propia muerte, no se hunda por falta de defensores.
Así es, al menos, como yo lo veo. Y lo digo con sinceridad y sin el menor atisbo de reproche porque cada uno de nosotros sólo debe de hacer aquello que su propia consciencia le dicte.
Pero considero una obligación esencial mía exponer mi pensamiento al respecto, sin que ello suponga ninguna clase de descalificación a los que no comulguen con mis ideas.


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