Revista Vino
No existe ni una sola definición positiva de la palabra "contrabando" en los diccionarios al uso. Podría parecer normal porque la etimología y la formación de las palabras tiene algo que ver con el origen, por lo menos, de su significado final. Así, aquello que va "contra" un "bando, ley, norma", es percibido por la ortodoxia lexicográfica como"comercio de mercancías prohibidas por las leyes a los particulares"; o "mercaderías o géneros prohibidos o introducidos fraudulentamente en un país"; o "introducción furtiva de mercancías prohibidas", etc.
Pero existe otra manera de presentar y entender la palabra. Es la que Jordi Esteve (Rim Empordà) se inventó y la que, en esta segunda edición de 2018, Noemí Morales (Atelier Esdeveniments) le ayuda a proponer. Se basa en dos coletillas de valor evidente: por una parte, el "contrabando" puede ser algo que tenga apariencia de ilícito, aunque no lo sea. (El matiz es importante). Por la otra, el "contrabando" es algo que se hace contra el uso ordinario de las cosas. La feria Contraban 2018, sin duda, es algo que tiene vocación de provocar sensaciones y emociones nuevas y puede tener la apariencia de ir contra alguna norma. Pero no va contra nada, sino a favor de todo lo que sea libre intercambio. Además, es muy cierto que se hace contra el uso ordinario de las cosas: las ferias se articulan alrededor de un tipo de vinos, de una denominación de origen, de algún concepto que, poco o mucho, tenga que ver con el respeto a alguna norma.
Aquí no. En Contraban 2018 el único concepto válido es el territorio convertido en paisaje de cepas y personas. No hay fronteras políticas que valgan y la única frontera posible es la que cada uno tenga en su interior, que es la que le facilita o impide el paso a determinado lugar, físico o mental. Así pues, un paisaje milenario de trashumancia y de habitación como les Alberes, convertido con el paso de los siglos y de las civilizaciones en un paisaje de cultura también vitivinícola, se puebla a en los últimos años, de jóvenes que ofrecen sentimientos y emociones a través de sus vinos.
Los quieren contrastar, ofrecer, regalar, comentar, debatir y beber. Quieren convertir a la feria en un encuentro libre que se hace contra el uso ordinario de las cosas para demostrar que hay personas, cepas, cultivos y vinos que hablan de una tierra y de una cultura tanto y tan bien como una buena receta, un gran aceite, una iglesia románica, unas lindes olvidadas y perdidas en el bosque o un camino pavimentado cuando no había más fronteras que las del limes parto.
Id, por favor.