De pequeños solemos pensar que la realidad que vivimos es como siempre va a ser, que hay una jerarquía inamovible entre hijos, padres y abuelos. Yo recuerdo que pensaba que siempre iba a ser una niña. Sí, tenía constancia de que cumplía años, pero no de lo que eso significaba realmente. No sé, es raro. La cuestión es que, hasta cierta edad, no notamos los cambios en nuestra vida. Situación económica, mudanzas, rupturas, pérdidas...
Llevo unos días pensando que, quizá, parte de la madurez sea aprender a convivir con la pérdida. Si de pequeños apenas nos percatábamos, de adolescentes lo sentimos más. Las primeras rupturas son muy dolorosas, el distanciamiento con grandes amigos, la pérdida de un ser querido... Conforme vamos creciendo es cuando vamos aprendiendo que todo eso es parte natural de la vida y que hay que convivir con ello de la mejor manera posible, ya que las personas van y vienen en nuestras vidas, por unas u otras razones.
Todo esto ha venido a raíz del fallecimiento de mi abuelo. (Es por eso que mi actividad en el blog se vio afectada). Para mí, está siendo muy difícil, pero, por otro lado, una parte de mí sabe que es un proceso natural por el que tenía que pasar tarde o temprano y del que no se libra nadie. Dejando a un lado los tópicos, esa es la única verdad que hay que pensar cuando toca enfrentarse a un pérdida.
Después de vivir (o sobrevivir) la situación de estos días, puedo decir que lo peor que uno puede hacer es regordearse en su tristeza. Sonará típico pero la vida sigue. Sea cual sea la pérdida por la que se esté pasando, sea un amigo íntimo, sea una pareja, sea un ser querido, la rutina siempre es la mejor salida. Al menos, puedo decir qué cosas son las que más me han ayudado a mirar hacia delante.
1- Seguir con la rutina: Para mí, este es el consejo #1. Ir a trabajar como cada día, acudir a las actividades diarias, seguir con la actividad... Cualquier cosa que te haga ver que la ausencia de una persona no tiene por qué afectar a toda tu vida y mantener tu mente ocupada con la realidad.
2- Hacer deporte: El deporte es muy beneficioso, no solo para cuestiones físicas o saludables, sino también mentales y anímicas. Nos ayuda a evitar la depresión, la inactividad, los malos pensamientos, y a centrar nuestra mente en nuestros logros y en el bienestar que nos aporta. La sensación que nos queda en el cuerpo tras la actividad física puede ser lo que necesitamos para estar más relajados.
3- Apoyarse en los amigos: Siempre que quiero distanciarme del trabajo, la situación doméstica, los problemas de pareja, etc, quedo con mis amigos. Ya sea tomar un café y hablar o divertirnos simplemente, nos ayuda a la hora de distraernos o de ver nuestros problemas desde otra perspectiva. Además, es bueno sentir el amor de las personas ajenas, saber que no estás solo y que hay más personas aparte de la que hemos perdido.
4- Dejarse arropar por la familia: Muchos pensaréis que es lo mismo, pero no lo es. No se siente lo mismo cuando se es reconfortado por un familiar que por un amigo. La familia siempre está ahi, y muchas veces no nos damos cuenta de que son ellos quienes nos van a sostener si nuestro suelo se rompe, no nuestros amigos. A mí son quienes más me han ayudado en este trance, ya que ellos también han sufrido la misma pérdida.
5- Dedicarse a hobbies: Ya sean actividades que llevamos tiempo realizando o cosas nuevas que nos apetezca probar. La distracción, sobre todo si es una actividad que disfrutamos, es la mejor aliada a la hora de no pensar en la persona a la que se ha perdido. También es bueno gastar el tiempo que antes pasábamos con esa persona en algo nuevo que nos aporte otras cosas buenas. Y si todo ello tiene un resultado, genial.
6- Mantener la calma: Esto quizá sea lo más importante. Siempre, siempre, siempre, hay que saber mantener la calma. Porque, primero y ante todo: no - pasa - nada. No pasa nada por terminar una relación, por ejemplo, aunque pensemos que el mundo se nos viene encima y que siempre estaremos solos. No es verdad. Hay que aprender a educar nuestra mente y hacerle entender que todo es para bien, que cada final es un nuevo comienzo y que hay que mantenerse fríos y no hacer tonterías. Pensad que todo el mundo, TODO, sufre pérdidas, cada día, a cada instante, alguien lo está sufriendo. Y aunque pensemos que solo nos pasa a nosotros, no es así. Es normal, es natural, y todo pasa. Aprendemos a vivir con ello, no hay por qué hacer un drama.
Mi último consejo no lo pongo en la lista. Pero es: buscar siempre la felicidad. No lo pongo por ser algo muy abstracto y sonar muy obvio. Pero debo recordaros que no es tan obvio. Muchas personas se dejan llevar por la tristeza. Disfrutan haciéndole ver su tristeza a los demás, siendo consolados constantemente, dejándose caer en el sofá con una película deprimente y una caja de pañuelos. He conocido personas así y he de decir que no trae nada bueno. No hay problema por aceptar la tristeza y dejarse llevar los primeros días si lo necesitamos, incluso es sano, pero no se debe vivir siempre así. Solo nos lleva por un agujero negro del que es muy difícil salir.
Intentar buscar la felicidad en las pequeñas cosas está al alcance de todos y, aunque requiere un poco de esfuerzo extra, es necesario y merece la pena por nuestro propio bien.