Revista Cine

Copacabana – Barry Manilow

Publicado el 25 junio 2013 por Kike Morey @KikinMorey

Copacabana - Barry Manilow

“At the Copa, Copacabana,
the hottest spot north of Havana, (…)
music and passion were always the fashion
at the Copa….they fell in love”
Barry Manilow, Jack Feldman & Bruce Sussman

Tardé muchos años en darme cuenta que el mayor éxito de Barry Manilow no trataba sobre la famosa playa de Rio de Janeiro sino que hablaba de un cabaret del mismo nombre en La Habana de finales de los años cuarenta. “Copacabana” relata la historia de Lola, la showgirl que se enamora de Tony, el barman del local, quien a su vez pelea por su amor con el mafioso Rico con un trágico desenlace. Toda una historia del cine negro contada en sólo cuatro minutos.

Cuando era un niño de apenas cinco años, esa alegre mezcla de música disco y ritmos latinos capturó mi atención desde la primera vez que la escuché. La percusión, la variedad de instrumentos de vientos y el majestuoso sonido del piano envolviéndolo todo, me dibujaba un escenario glamoroso de grandes artistas y bellas mujeres. Ya de mayor, “Copacabana” se convirtió en uno de los placeres culposos que llevaría con mayor orgullo. Incluso hace poco descubrí, en una noche de copas y rocanrol en México D.F., que no era el único a quién la frase “Her name is Lola, she was a showgirl…” lo ponía a bailar y a cantar con efusividad.

En aquella noche mexicana le conté a un amigo la razón por la que “Copacabana” se convirtió en una de las canciones de mi vida. Me lleva a un fantástico viaje que hice con mi madre a la fabulosa Las Vegas en setiembre del 2006. Tuve la suerte de ganar un sorteo en el que regalaban un viaje para dos, de cinco días y cuatro noches con todos los gastos incluidos. Cuando mentalmente empezaba a hacer la preselección de las féminas que podrían acompañarme a la “ciudad del pecado”, mi padre y mi hermano me lo dijeron al unísono: “Te vas con tu madre”. Antes de que me diera cuenta ya le habían renovado el pasaporte y mi madre tenía cita en la embajada de Estados Unidos para tramitar su visado.

La verdad fue que mejor compañía hubiera sido imposible. Ver la cara de felicidad de mi madre desde que salimos del aeropuerto ya era un lujo. En el avión no se durmió: “quería ver cielo y las estrellas”, me dijo con la inocencia de quién no había vuelto a embarcarse en un vuelo desde hacía veinticinco años.

Nos alojaron en el legendario hotel Hilton, el lugar desde donde Elvis Presley relanzó su carrera a finales de los sesenta y cuya estatua nos saludó a la entrada del casino. En el 2006 un nuevo espectáculo hacía furor dentro de su recinto: “Manilow: Music and Passion”. Las entradas estuvieron agotadas para los días que permanecimos en el hotel, pero la publicidad del show, que incluía el segmento “music and passion were always the fashion”, nos acompañó durante toda nuestra estancia, desde el desayuno hasta en el monorriel que nos llevaba por todo el Strip.

Recorrimos los casinos haciendo window shopping, jugamos algunos dólares en las máquinas tragamonedas y disfrutamos de los espectáculos, gratuitos y de pago, desde el atardecer. El día se nos quedaba corto y sólo retornábamos al hotel por la noche. “Mamá, hoy te dejo en el hotel y yo me voy de fiesta a las discotecas del Mandalay Bay” le decía, iluso, todas las mañanas. Llegábamos tan cansados a la noche que nunca pude cumplir mi cometido.

Recuerdo en particular una noche en la que se nos hizo muy tarde y tuvimos que caminar hasta el hotel. El transporte público había finalizado su servicio y los taxis pasaban completos y a cuentagotas. En el camino, menos mal, encontramos promociones de “Margaritas 2 x 1” que refrescaron y alegraron nuestro paseo. Conversamos mucho y anduvimos mucho más. La distancia era larga, pero estábamos tan entretenidos que no nos dimos cuenta ni de la hora, ni del trayecto. Ni tampoco de que mi madre había sido infiltrada en las rodillas hacía sólo una semana. Cuando llegó a la habitación, se puso pijama y se echó a dormir. Estaba agotada pero no mostró ningún tipo de dolor ni de preocupación. A la mañana siguiente le pregunté por sus rodillas. Ella me contestó muy resuelta “Ni las he sentido. Un poquito de Mentholatum y listo. ¿Dónde vamos hoy?”. Su mejor analgésico había sido recorrer los casinos de Las Vegas con la compañía de su hijo mayor.

Un moderna versión del clásico “Copacabana”, con escenas del video original, aquí


Archivado en: Música Tagged: Barry Manilow, Copacabana, Elvis Presley, Hilton, Las Vegas, madre, Mandalay Bay, padres, viajes
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