Revista Vino
Cada vez que me pregunte por qué sigo con el blog y qué me da después de más de siete años de vida intensa, miraré esta foto. Aquí está la respuesta. Miradla con atención: son dos parejas felices. Se han encontrado cada una de ellas, lo saben y lo disfrutan a su manera. Se nota. Pero es que, además, las dos parejas se ven por primera vez. Y también saben que se han reencontrado. También son felices por eso. Ellos son los motores del asunto, con una amistad que viene de lejos, cimentada en la cepa y en el vino, aposentada en un territorio compartido (el Baix Penedès) y, ahora ya en la lejanía, renovada con este encuentro que, para nada, fue casual. Lo provoqué yo, con la complicidad de Iolanda Bustos y de una tercera persona. En la cena de La Calèndula del pasado 28 de febero se reencontraron. Eduard Pié, Sicus (izquierda) y Salvador Batlle, Còsmic Vinyaters. Les he conocido en los últimos meses. He estado con ellos en sus viñedos y bodegas. He bebido sus vinos con ellos, solo y en otras compañías.
Lo tengo claro. Eduard en la sierra de Bonastre, con sus xarel.los y sus monastrells. Salvador, en la sierra del Montmell (con sus cabernet francs, sus sauvignon blancs y marselans) y, desde esta cosecha 2013, en Agullana (Alt Empordà), con sus garnachas rojas y sus cariñenas blanca y tinta, son el revulsivo necesario para los vinos de esta tierra. Son el espejo en el que todos los que nos interesamos por el vino tenemos que mirar, entender, beber, opinar y situarnos. En positivo o en negativo, qué más da. Son los tractores (en el sentido etimológico de la palabra), los que, con fuerzas y maneras distintas de hacer, tienen que acabar arrastrando al resto. Eduard es la fuerza tranquila, la reflexión, la pasión meditada, la sensibilidad sin fronteras. Salvador es la fuerza indómita, la valentía, la energía, la correa de transmisión con todo ser vivo que se mueva cerca de él. De Eduard escribí hace poco. No me fue difícil, aunque lo que voy entendiendo y digiriendo con él de su trabajo requiere de un proceso lento.
Con Salvador (Còsmic Vinyaters) me es más complicado. He estado ya dos veces en sus viñedos de Agullana, he estado dos veces también en su bodega mínima y en las dos ocasiones me han pasado las horas sin que ni se me haya ocurrido sacar la libreta y tomar alguna nota. Agullana es la parte positiva y brillante de las fuerzas que se concentran cerca de donde Pompeyo cruzó los Pirineos. Y entre el paisaje, que te llama y arrastra sin remedio, y Salva, que hace exactamente lo mismo, se queda uno casi en blanco. Sensaciones, sentimiento, pasión y ¡ni una nota tomada! Los viñedos que gestiona Salva son de una pureza única. No hay nada entre ellos y el cielo. Comunicación y entendimiento. Eso hay. Mínima intervención, biodinámica. Cepas viejas (sobre los cuarenta años). Intuición, comprensión de qué necesita cada cepa en su vinificación y un encuentro único entre las viejas cariñenas blanca y tinta y la "garnatxa roja" (la gris). En ocasiones utiliza barro (de Juan Padilla) o inoxidable o madera. Mezcla vinificaciones con un único objetivo: que notes sin filtros ni adulteraciones de ningún tipo (no hay insumos aquí, ni en forma de sulfitos: 100% natural) el poder de cada uva en su tierra y clima.
No sabría decir cuál de los tres vinos emporitanos me gusta más (tiene un cuarto vino, Essència, del que tenéis que recordar el nombre, por favor: pero de él hablaré en otra ocasión. Los vinos dulces de Eduard y Salva merecen un post único). Confiança es un vino de "garnatxa roja" de cepas de cincuenta años que se agazapan bajo la fuerza del sol del Ampurdán y de la tramuntana. Son cepas que expresan como ninguna otra la esencia de esa tierra. Las vinifica con las tinajas de Juan Padilla, levaduras del viñedo, pie de cuba hecho en el propio viñedo. Discreto color entre el hilo de cobre fino y la pie de la cebolla de Figueres, fragancia del suelo. Tierra y austeridad. Monte bajo y libertad. Es un vino que aletea en tu paladar, caballo ágil pero poderoso. Percherón de fragancia. Llibertat es un monovarietal de cariñena de cepas que viven más protegidas del viento. Aunque me confiese garnachero, el lector de este blog sabe que caigo con frecuencia en el placer de las cariñenas, tanto emporitanas como prioratinas. Confieso no haber bebido jamás una como ésta: opulencia y tesón. Mirto y corazón del bosque. Frescura y opulencia. Carnosidad y rusticidad. Valentía es un vino único. De cariñena blanca vieja. La fuerza de las pieles. La pasión por lo desconocido. El sabor de la retama en flor. El aroma del laurel y de la jara. La pasión embriagadora de aquello que te envuelve sin compasión, te arrastra y te dice "atrévete". Autenticidad. Difícil de entender si uno no ha pisado esos viñedos, visto esas cepas, absorbido ese paisaje, charlado y bebido con Salvador. Háganme confianza. Busquen esos vinos y déjense llevar. Esto no ha hecho más que empezar. El futuro es hoy y está con Salvador Batlle y Eduard Pié.
