Revista Cine

Crítica de cine: Código Fuente

Publicado el 18 abril 2011 por Lapalomitamecanica
Duncan Jones nos mete un troyano


Crítica de cine: Código Fuente
Nota: 5,5 
  Sumario 

Lo mejor: una puesta en escena resultona y con personalidad.Lo peor: que la fantasía y la ciencia ficción están separadas por una línea muy pequeña.La suma: Deja vu + Nivel 13 - 12 Monos = Código FuenteFicha: IMDB.
Presupuesto/taquilla: 32 millones de dólares / 45 en todo el mundo a día de hoy. Superará los 100.
El director: Duncan Jones (Inglaterra, 1971) realizó uno de esos debuts capaces de condenar una carrera entera. Con presupuesto ínfimo, Moon se ha convertido sin apenas polémica en la mejor cinta de ciencia ficción del siglo XXI situándo a Jones  como el director más buscado para cualquier proyecto ci-fi.
La curiosidad: La música recuerda deliberádamente al cine de suspense de los años 40-50 ya que Jones ha confesado buscar ahí el referente de Hitchcock. .
La duda: ¿Por que todos los pósters de Código Fuente parecen predecir su destino videoclubero?

En lenguaje informático se denomina troyano a aquel virus que se presenta como un programa aparéntemente útil y de legítima confianza, y que una vez instalado puede causar todo tipo de daños a tu sistema. Con su segunda película Duncan Jones demuestra que es todo un hacker, y es que tras ganarse nuestra confianza con la magistral Moon, todos pensábamos que con 4 veces más presupuesto y un reparto de lo más resultón Código Fuente se iba a convertir en una de las cintas referente sobre viajes en el tiempo, o por lo menos, que iba a ser un digno thriller ci-fi. Por desgracia, al final se trata de una película que solo provoca dolores de cabeza intentando descifrar un argumento hasta cierto punto original pero treméndamente tramposo y que encima ni siquiera trata realmente sobre desplazamientos temporales. Vamos, un troyano en toda regla.
Crítica de cine: Código Fuente
Desde LPM no acostumbramos a destripar el argumento de las cintas que criticamos, pero con Código Fuente se antoja necesario para debatir sobre sus principales virtudes y defectos, todos concentrados en el guión de Ben Ripley (Species III y IV). Así que preparaos para SPOILERS de los gordos. La premisa nos sitúa junto al capitán Stevens, un soldado que despierta conectado a una extraña maquina llamada Código Fuente. Resulta que ha tenido lugar un atentado en un tren y su autor amenaza con proseguir la matanza en las próximas horas. Para detenerlo, científicos del gobierno han recreado los 8 minutos anteriores al desastre en una simulación a partir de los recuerdos de uno de los pasajeros que quedaron en mejor estado tras las llamas. Su intención es que Stevens suplante su conciencia en los momentos previos a la explosión las veces que haga falta hasta que logre identificar al terrorista. El problema es que nadie ha informado a Stevens de nada y se tiene que ir enterando de los detalles de la misión entre "salto y salto".
Como desde el principio te dejan claro que el Código Fuente solo parece una máquina del tiempo y no lo es, la frase promocional de su cartel "Cambia el pasado. Salva el futuro" deja de tener sentido y desaparece casi instantáneamente toda la emoción de las posibilidades que otorgan las paradojas temporales. Lo que tenemos por tanto es a un tipo jugando a una aventura gráfica interactiva, donde descubrir al terrorista es la misión principal como si de un juego del profesor Layton se tratara. Pero es que además la construcción de los personajes secundarios está tan mal diseñada que termina dando igual cuál de todos ellos es el responsable de la matanza. La idea es que el misterio real recaiga sobre el por qué de la elección de Stevens para la misión, un soldado sin ningún conocimiento tecnológico y que nunca había oído hablar del proyecto Código Fuente hasta que despierta formando parte de la experiencia piloto.
Crítica de cine: Código Fuente
Lo que realmente tenemos entre manos es otro thriller con la identidad como principal eje de la función al igual que sucedía en Moon. Pero si en aquel caso su complicada estructura narrativa servía para contribuir a la confusión del personaje de Sam Rockwell, único actor de la cinta, en Source Code es totalmente gratuita. Solo cuando las piezas están alineadas descubres que en realidad lo que te estaban contando era el nacimiento de una realidad paralela. Jones desde el principio intercala imágenes sueltas del futuro de Stevens (el monumento Cloud Gate de Chicago), pero de su futuro en la realidad generada por el Código Fuente, una línea temporal que solo debería durar 8 minutos y que gracias a las acciones del soldado se prolongará indefinidamente al final de la cinta.
Algo imposible teniendo en cuenta todo lo que te han explicado sobre el funcionamiento del aparato (su creador no deja de repetir que es "solo una simulación") y que sólamente está al servicio de un final más autocomplaciente que CR7 frente al espejo. ¿Qué le habría costado a Jones terminar la cinta cuando el personaje de Vera Farmiga desconecta la simulación? Pero entonces la película se habría quedado sin esa trascendencia final casi obligada en todo título ci-fi que aspire a convertirse en un referente de culto. Ese aspecto innovador que en este caso es la creación de realidades paralelas, y que por desgracia está mal enfocado desde el comienzo hasta el final aunque deje una única pregunta realmente interesante: ¿Cada vez que utilizaban el Código Fuente creaban una realidad alternativa?
Crítica de cine: Código Fuente
Seguramente habrá tantas interpretaciones como opiniones al respecto de la lógica de este argumento y a muchos les servirá el aspecto de blockbuster con personalidad que destila el conjunto para aprovechar los escasos 90 minutos de metraje. Y es que todo está rodado con buen pulso y firmeza. Ahí Jones si que es un valor seguro. La luminosidad de las escenas en el tren contrastan intencionadamente con la oscuridad del laboratorio definiendo muy bien los ambientes en los que se mueve la película. También nos encontramos un par de planos congelados, de esos que dejan a varios personajes a medio gesto y donde vemos efectos tan curiosos -aunque no por ello ya vistos- como líquido suspendido en el aire, que siempre son de agradecer. El que está bastante desaprovechado es su reparto. Jake Gyllenhaal mantiene la cara de asustado durante todo el metraje casi como si el revisor fuera a poner El Príncipe de Persia para amenizar el viaje. Mientras que el resto de roles son tan limitados como salidos de un tebeo (esa telefonista sensual a la que da vida Vera Farmiga o el científico ambicioso con cojera incluida de Edgar Wright).
Pero Código Fuente no fracasa ni por sus personajes ni por suponer una decepción para el que esperaba una cinta en toda regla sobre viajes en el tiempo. Tampoco es culpa de que las pocas sorpresas del guión funcionen a medias. Su gran fallo es exigir por parte del espectador un acto de fe más propio de las películas de fantasía que de las de ciencia ficción. Algo así como el "efecto Lost" pero intercalando planos sueltos de la última temporada desde la primera. Es decir, les hubiera quedado igual de bonito aunque seguiríamos sin explicaciones. Eso sí, nadie podría dudar que lo tenían planeado desde el principio.

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